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Las
murallas de Constantinopla |
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1. Visión de la Ciudad |
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"Cuando irrumpió la luz del día con
vapor blanco lechoso, la gran ciudad se presentó ante nosotros. Todos
nos reunimos en la cubierta para contemplar tan majestuosa vista.
A través del mar neblinosos dela mañana se podía ver un poblado de
gran extensión, que se elevaba sobre la parte posterior de siete colinas:
grandes palacios imponiendo su estructura sobre un conjunto de casitas
blancas, como las crestas redondas de las montañas escalando sobre
las nubes, todo brillando a la luz del amanecer como estrellas esparcidas
en un firmamento terrestre"...
"Seguíamos
a gran velocidad, buscando directamente la costa más cercana. Incluso
desde el mar, podíamos ver la muralla que protegía la ciudad levantarse
firme desde la línea del agua. Harald no se desanimaba, hacía que
los barcos se adelantaran para poder tener una mejor perspectiva.
Pero lo que vio cayó como un jarro de agua fría sobre su cabeza enfebrecida.
Porque, elevándose como la ladera vertical de un acantilado desde
el borde del agua e impidiendo la vista para uno y otro lado, la ciudad
estaba encerrada en un círculo hecho de una pesada cortina de ladrillo
y piedra, de la altura de diez hombres"...
"Desde el agua poco se podía ver de Constantinopla, sólo en los lugares que se elevaban las cimas de las colinas, podía vislumbrar algo tras la muralla. Esta, sin embargo, era impresionante. De ladrillo y piedra alternados, formaba un límite muy alto y macizo, de singulares líneas blancas y rojas, que la hacían diferente de cualquier otra muralla que hubiera visto".
LAWHEAD, Stephen R. (1998): Bizancio (pp. 198-210). Barcelona: Emecé.
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