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Entre
el golfo de Po-hai y el desierto de Gobi, la Gran Muralla destaca
aun en la actualidad como la obra defensiva de mayor envergadura realizada
jamás por el hombre.
Conjugando diversos materiales - tierra, piedra y madera -, su doble muro almenado sigue un trazado rectilíneo que va quebrándose en perfecta armonía con el terreno de pronunciadas colinas por el que se extiende, mientras, entre ambos muros, un camino de ronda, con espacio suficiente para el discurrir de carros y tropas, se convertía en vía de comunicación para el traslado de las guarniciones apostadas en las innumerables torres de vigilancia que resaltan en el extenso recorrido de la muralla.
A pesar de su imagen sólida y compacta, la historia de la paulatina construcción de la Gran Muralla es la historia del persistente y denodado empeño de distintas dinastías reinantes en China por frenar la inagotable presión de diversos pueblos nómadas, atraídos por la prosperidad y el bienestar de los florecientes estados sedentarios.
Y en este sentido, sumergirse en la historia de la Gran Muralla implica remontarse al gobierno del emperador Qin Shi Huang Di, instaurador de la dinastía Qin (221-206 a.C.), quien, como artífice de la primera unificación política y militar de China, planificó la unión de distintas murallas preexistentes y la consecución, por tanto, de una gran muralla en la frontera norte para defenderse de los frecuentes ataques de pastores nómadas, originarios de las inmensas estepas de Asia central. |
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