En septiembre de 1517 una flota de 40 navíos cruzaba el mar Cantábrico desde Flandes a las costas asturianas. Venía en ella el príncipe Carlos, el hijo de Juana I, para hacerse cargo de la gobernabilidad de los reinos que su madre, la hija heredera de los Reyes Católicos, no estaba en disposición de ejercer. El joven Carlos inició el viaje tras la muerte de su abuelo Fernando el Católico. Los habitantes de las aldeas asturianas próximas al puerto se armaron de palos y cuchillos por miedo a que llegara no su próximo rey, sino un enemigo. Esa desconfianza de los aldeanos era un anticipo de los problemas que iba a tener el futuro monarca con sus súbditos. |