Aprender a tratar la luz como una materia, estudiar de donde viene, como se posa sobre los objetos o como se dispersa... constituye una de las primeras lecciones que aprenden los artistas. El modo en el que la luz se refleja en una superficie es lo que va a posibilitar al artista configurar las formas y los volúmenes de los objetos. La luz es la que permite a los artistas representar las tres dimensiones en una superficie bidimensional.
No todas las luces permiten dibujar con facilidad los volúmenes de los objetos. Las luces tenues pierden las formas y los volúmenes. Por tanto, al método de dar luz y sombras a los objetos se le denomina claroscuro y consiste en la valoración de luces y sombras para crear la ilusión del volumen. El sombreado puede hacerse con cualquier material, lápices, pluma o pincel. Se pude trabajar únicamente con el blanco y negro o bien con el color utilizando los diferentes tonos y sus respectivos valores.
El paso de una sombra a otra se debe hacer gradualmente realizando un degradado de los tonos para conseguir que el dibujo sea creíble. Al hacer el claroscuro distinguiremos partes de luz donde esta incida directamente y partes de sombra. Esta sombra propia es la que se produce en el propio objeto y sombra arrojada es la que el objeto proyecta sobre la superficie sobre la cual está situado.