El ser humano siempre ha manifestado el impulso irresistible de plasmar en el mundo real las imágenes que habitaban su mente, fundamentalmente para compartirlas con sus semejantes. Para llevar a cabo este mandato genético, el hombre se ha valido de todo tipo de instrumentos: piedras, huesos, punzones de metal, plumas de aves, pinceles, lápices... con la aparición del ordenador personal, una nueva herramienta de insospechadas posibilidades se ha puesto al servicio de esta ancestral necesidad.
Para ello se ha valido del diseño gráfico, cuya historia ha definido sin duda la cultura visual del siglo XX. Desde sus raíces en la Antigüedad (invención de la escritura, la comunicación gráfica en distintas culturas como la egipcia, las contribuciones chinas, hasta llegar al alfabeto y el manuscrito medieval), pasando por la invención de la imprenta, la creación de tipografías y la fotografía, el diseño gráfico ha evolucionado una disciplina de derecho propio. Desde los códices, los libros impresos y el cartel... el lenguaje del diseño se ha hecho familiar a nuestros ojos a través de las imágenes que vemos en folletos y revistas, anuncios, imágenes conceptuales, estilos y convenciones tipográficas internacionales, identidades corporativas, televisión y medios electrónicos.