Las primeras imágenes
En el pasado las imágenes no eran concebidas como expresiones estéticas, sino como objetos con una función bien definida. En la actualidad, la producción de imágenes por parte de los denominados pueblos primitivos tiene también este carácter utilitario: las imágenes se crean como forma de protección contra fuerzas que consideran tan reales como las de la naturaleza. Parece por lo tanto que el origen de las primeras imágenes está vinculado a una finalidad mágica: son objetos con poder y no simplemente algo agradable de ver. Un ejemplo claro los tenemos en las pinturas rupestres del Parque Nacional de Kakadu (Australia).
La magia del bisonte pintado en la pared rocosa de la caverna, como la que observamos en la imagen de Altamira, es la magia de la fijación de lo inaprensible, la fijación del instante fugaz. El bisonte que corre para escapar del cazador, queda paralizado, detenido permanentemente a merced del cazador. La fijación sobre un soporte material perdurable supone algo así como una cristalización del instante reflejado, una "burla" al imparable devenir temporal.
Como dice Edgar Morin: "Todo ocurre como si, en el hombre, la necesidad que lucha contra la erosión del tiempo se fijara de manera privilegiada sobre la imagen". Además de esta función mágica, las imágenes constituyen también la primera forma de escritura mediante pictogramas e ideogramas.