Las convenciones culturales condicionan la percepción de la realidad
Las convenciones para representar mediante imágenes pueden llegar a estar tan arraigadas que actúen como filtro que condiciona la propia percepción directa del objeto representado, y hacer que "veamos" a éste de acuerdo con la codificación icónica dominante.
Uno de los ejemplos más interesantes al respecto es la representación que Durero hace de un rinoceronte cubierto de escamas y placas imbricadas. Los imitadores de Durero mantienen esta "imagen oficial" del rinoceronte durante nada menos que doscientos años, incluso algunos zoólogos que habían visto rinocerontes auténticos, y por lo tanto sabían que los rinocerontes no tienen escamas, seguían representando la rugosidad de la piel del rinoceronte en forma de escamas.
En una conocida obra de Gombrich aparecen juntos el grabado de Durero y una fotografía de un rinoceronte en la que se observa claramente su piel uniforme y casi lisa. ¿A que se debe entonces la larga permanencia del modelo de rinoceronte de Durero?. Para Gombrich la razón está en que aquellos dibujantes solamente podían denotar claramente al animal "rinoceronte" mediante aquellos elementos gráficos fuertemente convencionalizados.
Umberto Eco, por su parte, añade que si lo que analizamos es el grado de representación de las características táctiles de la piel del rinoceronte, entonces resulta más realista el tratamiento gráfico de Durero, ya que sugiere mejor la rugosidad de la piel del rinoceronte que la imagen fotográfica, cuyas características técnicas hacen que se uniformen las superficies opacas y sólo se diferencian grandes masas de color en diferentes tonos.
Es interesante la confrontación entre la experiencia viva del rinoceronte real y la imagen previamente percibida en las estampas y grabados (probablemente inspirados en el de Durero). A finales del siglo XVIII, Leandro Fernández de Moratín relata así su experiencia personal tras una visita al zoológico de Londres: "El rinoceronte que yo vi (...) no tiene pelo ni conchas, como algunos creen, sino una especie de costra durísima, capaz de hacer rebotar un balazo, con unos pliegues encima de los encuentros y juego de brazos y piernas que forman aquellas divisiones que se ven en las estampas de este animal..."
Moratín se da cuenta no sólo de la diferencia entre referente y representación gráfica, sino del porqué de esa diferencia: los artistas han dibujado como conchas lo que no son sino pliegues de la piel. Posiblemente porque nunca han visto un rinoceronte real, solamente han visto otros dibujos y han tenido acceso a descripciones verbales confiadas a la memoria de aquellos que sí han visto (o quizás les han contado que han visto) un rinoceronte real. La pérdida de información veraz y la introducción de "ruido" es inevitable en un proceso tan largo y con tantos intermediarios entre el rinoceronte real y su representación gráfica.