Percepción y lenguaje
Lo fundamental del desarrollo del proceso perceptivo a lo largo de la vida de cada individuo es más la profunda reestructuración cualitativa que el enriquecimiento cuantitativo. Y en este desarrollo cualitativo cumple un papel esencial el lenguaje. Un niño muy pequeño percibe de una forma muy difusa sin captar precisamente los objetos. Hasta que no se designa con una palabra al objeto, la percepción del niño no tienen carácter firme y objetivo. La asociación de la palabra al objeto es la base de la reestructuración cualitativa de la percepción, y a su vez permite la nítida diferenciación de las imágenes globales de los objetos, por encima de los rasgos aislados. El lenguaje influye en el desarrollo de la percepción convirtiéndola en más concreta, compleja y objetiva.
Además del lenguaje, y simultáneamente, los movimientos palpadores de la mano sobre el objeto, contribuyen al desarrollo formativo de la percepción. Las manos de nuestros más antiguos antecesores se desarrollaron en la fabricación de instrumentos, y este desarrollo influyó en el perfeccionamiento del ser humano. Ya Berkeley, en su famoso tratado de 1709, afirma que el tacto educa la visión. Pero esto no significa que la percepción táctil esté innatamente organizada, a diferencia del progresivo desarrollo que requiere la percepción visual. De hecho esos movimientos palpadores de la mano se inician de manera no organizada haciéndose gradualmente más concretos y ordenados.
La percepción completa de los objetos solamente se perfecciona con la confluencia de las informaciones procedentes de la vista y del tacto, junto a la intervención del lenguaje. Y que la praxis es imprescindible para la consolidación de esa delimitación del objeto (sin olvidar la presencia ocasional de informaciones sensoriales sobre la temperatura, el sonido, etc.). Además, la percepción del tamaño, de la forma y del color de los objetos no es innata sino que se desarrolla progresivamente mediante la "investigación" práctica del niño sobre su entorno inmediato.