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Si la muralla y la catedral son los elementos definitorios de una ciudad en la Edad Media, el castillo es el elemento que define el mundo rural medieval.

El castillo era una construcción eminentemente defensiva. Un foso delimitaba el perímetro y hacía más difícil los intentos de asalto a las murallas o torres defensivas. En el interior del recinto había espacio suficiente para que pudieran refugiarse hombres y ganado en caso de ataque enemigo. El señor defendía así lo suyo, a sus campesinos dependientes y a la riqueza pecuaria que un enemigo podía destruir. Sin embargo, no fue hasta bien avanzado el siglo IX, cuando empieza a utilizarse este tipo de protección. Hay constancia de que en la época de los grandes ataques de los invasores vikingos, los campesinos se defendían en grandes empalizadas en medio del campo, supuestamente en sitios que permitieran la defensa, donde se hacinaban cientos de campesinos atemorizados.

El castillo amurallado se mantuvo como principal elemento defensivo del medio rural durante toda la Edad Media. No perdió su papel a lo largo de los siglos, ni fue transformando su función. Solo cambiaron el tipo de enemigos de los que había que defenderse. Los temibles invasores de los primeros siglos medievales se vieron sustituidos por enemigos internos, es decir, por los ejércitos que se enfrentaban en las luchas entre señores, o en las graves guerras civiles que asolaron Francia o Castilla durante los dos últimos siglos de la Edad Media.

No solo fue el castillo elemento defensivo, el monasterio lo fue igualmente, y por partida doble. El monasterio, como un gran feudo, tenía campesinos dependientes a los que había de defender en caso de ataque. Su recinto estaba bien preparado para ello, un potente muro defensivo lo defendía, y por la puerta de acceso solo se consentía la entrada de aquellos a quienes el abad concedía el permiso de paso. Además los muros del monasterio, al menos los de su Iglesia, tenían la gracia de la Paz de Dios, y aquellos que se acogían a su amparo, como el que se acoge a la gracia divina, podían ponerse a cubierto de violencias e injusticias.
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