Otra línea expansiva por el Atlántico es la que lleva a los portugueses principalmente, pero también a los castellanos a la exploración de las costas del occidente africano. En el marco de esa expansión hay que incluir la conquista de las islas Canarias. El Archipiélago era una base para hacer escala y conseguir el avituallamiento necesario para los barcos que navegaban por esas rutas, al tiempo que no tenían escrúpulos para conseguir productos demandados en los mercados europeos, como los esclavos.
Ya a finales del siglo XIII los canarios comenzaron a recibir visitas de rapiña efectuadas por portugueses, genoveses y castellanos, pero se limitaban a robar o a llevarse a algunos hombres como esclavos.
La situación cambió cuando a comienzos del siglo XV, en nombre del reino de Castilla una expedición dirigida por dos mercenarios de origen normando, Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle, conquistó la isla de Lanzarote. Después vendrían las conquistas de Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Estas primeras conquistas se hacían a título particular, de manera que los conquistadores se reservaban esas tierras que los monarcas castellanos les entregaban como feudos.
Más adelante fueron los propios monarcas quienes se encargaron de la conquista del resto de las islas, pero reservándoselas para la corona. La última conquistada fue Tenerife en el año 1496, lo que alarga esta conquista de Canarias durante todo el siglo XV. Durante un tiempo la conquista de Canarias enfrentó a castellanos y portugueses, ya que Portugal, que se estaba encargando de la exploración de la costa africana consideraba que le correspondía a ese reino la conquista de este archipiélago. Los tratados firmados tras el descubrimiento de América dejaron para Castilla el dominio de las islas Canarias. Los castellanos impusieron no solo su dominio político, sino también su cultura, de manera que las formas de vida o de cultura canarias se fueron extinguiendo poco a poco tras la conquista castellana y la castellanización progresiva del archipiélago. |