Esta terrible epidemia llegó a la Península Ibérica en la primera mitad del año 1348. Con diversas puertas de entrada (el estrecho de Gibraltar, la zona oriental de los Pirineos y los puertos de Levante), esta enfermedad atacó a pueblos y ciudades del reino de Castilla, provocando tal mortansdad que dejó numerosos despoblados.
Su influencia fue más allá del propio campo de la demografía, pues hubo importantes repercusiones económicas que se plasmaron en cambios en la agricultura, en la ganadería, en la actividad artesanal y en la comercial.
La crisis política se dejó sentir en las coronas de Castilla y Aragón. En ambas comenzó a reinar la dinastía Trastamara, en Castilla a partir del ascenso al trono de Enrique II (1369-1379), y en Aragón al ser nombrado rey Fernando I (1412-1416).
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