Mientras que sus vecinos de Aragón y Castilla aumentaban sus territorios con la gran expansión de los siglos XII y XIII, Navarra se quedaba encerrada entre ambos reinos, y no pudo crecer. Durante un tiempo, a comienzos del siglo XIV, este reino estuvo bajo el dominio de Francia, por el matrimonio de la reina Juana I de Navarra con Felipe IV el hermoso de Francia.
Recuperado el dominio navarro a mediados del siglo XIV por la familia Evreux, se inició la organización de las instituciones de manera similar a los reinos vecinos, con más parecidos a la corona de Aragón, especialmente a lo que al funcionamiento de las cortes se refiere: exigían del rey la reparación de agravios y la jura de los fueros del reino antes de aceptarle como monarca, aunque después su función fundamental fuera la de conceder las ayudas solicitadas por el rey.
Durante el siglo XV el reino de Navarra fue sufriendo un proceso de debilitamiento, que se hizo cada vez más grave por los cambios dinásticos y las luchas internas entre herederos de la corona, la más grave la que enfrentó a Juan II de Aragón, con el príncipe Carlos de Viana, a quien le correspondía el reino de Navarra, como hijo del matrimonio de Juan II con la reina Blanca de Navarra.
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