"El funcionamiento del poder regio depende, en última instancia, de su capacidad para generar instituciones de gobierno permanents, eficaces con capacidad de incidencia en el territorio y en su tejido social. Ello pasa, en primer lugar, por saber delimitar los diferentes ámbitos en el servicio al monarca y a la corona e incluye también el establecimiento de formulas de relación estable y representativa con los estamentos que configuran la sociedad."
F. Sabaté, La época medieval: administración y gobierno

Los siglos finales de la Edad Media fueron muy importantes en la configuración política de los reinos peninsulares. Buena parte de las instituciones se habían creado con anterioridad, pero en los siglos finales de la Edad Media se reestructuran o se crean instituciones nuevas. Los primeros pasos en la organización del estado, el camino hacia la monarquía autoritaria, la ordenación de la administración local, la organización de la administración de justicia, fueron algunos de los aspectos a estimar en el campo institucional. Otros muchos aspectos hay que considerar para completar el panorama de los cambios de una sociedad que se preparaba para entrar en un nuevo tiempo: el del Renacimiento.

Durante esos siglos la Península Ibérica estaba ocupada por cinco grandes unidades políticas: de Norte a Sur estaban el reino de Navarra, la corona de Castilla, la corona de Aragón, el reino de Portugal, y el reino nazarita de Granada. Para estudiar la evolución de los reinos hispánicos en estos siglos nos vamos a centrar en las dos grandes coronas, Castilla y Aragón.

Los reyes que iniciaron el cambio político e institucional fueron Alfonso XI (1312-1350) en Castilla y Pedro IV (1336-1387) en Aragón. Ambos vivieron en tiempos de crisis, pues la peste negra asoló sus reinos, y el propio Alfonso XI murió por haberse contagiado en esa epidemia. Tras la muerte de ambos monarcas, la herencia recibida por sus hijos no permaneció mucho tiempo en sus manos, de manera que se inició una nueva dinastía: los Trastamara, instaurada primero en la corona de Castilla y luego en la corona de Aragón.

El reino de Navarra siguió un camino muy diferente a los otros reinos peninsulares.

Para completar el panorama de los reinos peninsulares en estos dos últimos siglos de la Edad Media, habría que considerar la situación del reino nazarita de Granada, que se mantuvo en la franja Sur (ocupando en principio las actuales provincias de Cádiz, Granada, Málaga y Almería, pero perdiendo terreno) durante dos siglos, resistiendo los empujes de los monarcas castellanos que pretendían conquistar todo el territorio de la Península Ibérica.