La resistencia de Cataluña a colaborar con el ejército castellano se enconó más con la presencia del ejército castellano en territorio catalán. Las desavenencias fueron continuas, y fueron aumentando hasta que se produjo el grave problema del año 1640.
El año 1640 fue tan duro para la Monarquía hispánica, que lleva a hablar de la crisis de 1640. La crisis mayor se produjo en Cataluña y en Portugal, aunque no faltaron otros territorios en los que hubo graves levantamientos, aunque no triunfaron. El triunfo de los sublevados fue claramente el de los que tenían motivaciones políticas, en tanto que las reclamaciones de carácter social, económica o de otra índole no llegaron a triunfar.
La revuelta de los catalanes de 1640 tuvo como fondo el problema de la guerra en Cataluña, las quejas de la población por los abusos de los soldados, pero la cuestión del descontento expuesto anteriormente y manifestado en las Cortes. Los saqueos de un improvisado ejército popular se extendieron a algunas ciudades catalanes, en las que se seguían estas pautas: 1º llegaba un grupo de forasteros armados a las puertas del lugar, coincidiendo con disturbios en el interior, 2º se abrían las puertas a los forasteros en virtud de algún acuerdo previo, 3º saqueo o incendio de casas de funcionarios reales o de figuras destacadas consideradas “traidores”, 4º saqueo de las casas de los ricos.
Esa pauta se siguió en Barcelona el día de Corpus Christi (7 de junio de 1640), el Corpus de Sangre. Era la época en que llegaban los segadores a la ciudad, gente difícil en tiempos normales, y potencialmente problemáticos en tiempos revueltos. Aunque se pretendió no dejarles entrar, los segadores, u hombres presuntamente segadores, entraron en Barcelona. El saqueo y los incendios de la ciudad fueron gravísimos, muriendo en ellos el propio virrey. Los hombres prominentes de la ciudad estaban ansiosos de echar a los segadores, lo que consiguieron pasados unos días, y con el pretexto de que Gerona estaba en peligro y había necesidad de que fueran a socorrerla.
El final fue que Cataluña se separó de España y pasó a formar parte del reino de Francia.
|