No debemos olvidar que la imagen constituye una versión de la construida hecha por el emisor. Este hecho es muy importante: la imagen NO es la realidad, sino que representa un determinado aspecto según el interés del emisor. Podemos decir entonces que la imagen tiene una intencionalidad.
Sin embargo, esta intencionalidad del emisor ha de ser interpretada por el receptor de la imagen, un receptor que no siempre entiende el mensaje por su capacidad e intereses.
Pongamos un ejemplo: los fuegos artificiales en una fiesta son interpretados como una diversión por el público, pero quizás pueden ser molesto o incómodo para otras personas.
También pueden provocar miedo o inquietud en un niño pequeño. Todas estas posibilidades pueden ocurrir anta la contemplación del espectáculo.
En cualquier caso, un mensaje visual ha de construirse adaptándose al significado que pretende transmitir. La intencionalidad ha de ser clara, de otro modo el mensaje resultará confuso e incomprensible.
Veamos a continuación, cuáles pueden ser las distintas intenciones de la imagen.