Una vez que el emisor dota a la imagen de una intención según el mensaje que quiere transmitir, ¿cómo construye la imagen? o ¿cuál es el estilo más adecuado para expresar su intención?
Para responder a estas preguntas el emisor debe adaptarse a las características del receptor del mensaje.
Por ejemplo, imagina que quieres explicar en una imagen el fenómeno de una erupción volcánica. No será lo mismo dirigirse al público infantil que al público adulto, o dirigirse a un grupo de vulcanólogos especialistas, que a un grupo de adultos que conoce muy poco el fenómeno de la erupción volcánica. Para conectar con cada uno de estos receptores tendrás que utilizar una imagen distinta, adaptada para cada nivel. Si no, no te entenderán.