Tras la bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, Japón capituló ante los aliados el 2 de septiembre de 1945. Los EE UU se hicieron cargo de su ocupación y los japoneses aceptaron la derrota como un castigo divino. Las instituciones fueron reformadas a partir de la desmilitarización y el sistema democrático. Se mantuvo al emperador Hiro Hito como elemento de cohesión de la sociedad. Y unos 900 criminales de guerra fueron ejecutados.
Su paso de país derrotado a potencia mundial es conocido como el “milagro” japonés. Varias razones lo explican:
- Ayuda norteamericana, sobre todo cuando se convirtió (por su posición estratégica) en un bastión anticomunista.
- Estabilidad socio-política y abundancia de mano de obra barata, disciplinada y tenaz.
- Tendencia inicial al ahorro (y después al consumo masivo), así como a la innovación tecnológica.
- Convirtieron las limitaciones impuestas por los vencedores (ausencia de gastos militares, renuncia a la guerra, etc.) en una ventaja, destinando sus recursos económicos a industrias pacíficas.
En los años 70 ya era la segunda potencia económica mundial. A pesar de su dependencia energética, pudo superar mejor que otros países capitalistas la crisis. Desde los años 90, crisis políticas y financieras, y la fuerte competencia de economías emergentes como China, le han hecho perder el liderazgo absoluto en Asia.
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