 Recibieron este nombre un buen número de intelectuales españoles opuestos a Napoleón que seguían las doctrinas de Jovellanos, el gran pensador de la Ilustración, muerto en plena guerra de la Independencia.
No aceptaron las renuncias de Bayona pero, como los afrancesados, defendían la necesidad de reformas y de una constitución acorde a la tradición española.
Tomaban como modelo el sistema político británico. El poder judicial debía ser independiente, pero el poder legislativo y el ejecutivo debían estar unidos, puesto que las Cortes (constituidas por los tres estamentos tradicionales) debían tener también labores en el gobierno.
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