De hecho, al principio su madre pensaba que era un poco “dura de oído” o incluso llegaron a plantearse la posibilidad de que Clara fuese una niña retrasada porque hasta los 4 años no articuló una sola palabra (lo habitual es que cualquier bebé comienze a hablar a partir del primer año de vida).
Por lo tanto, no fue hasta 1824, y después de muchas peleas, discusiones familiares y el divorcio, cuando su padre recibe la custodia de Clara y decide comenzar la formación musical. Muy pronto, la dedicación un poco juguetona al principio y una buena dosis de paciencia de su padre, comenzaron a dar sus frutos. Con 7 y 8 años, dió algunos recitales en un Hospital infantil y con 9 años interpreta su primer concierto importante en el Conservatorio de Lepzig, su ciudad natal.
Cuando Clara Wieck tenía 13, apareció Robert Schumann en su vida. Robert era en aquel tiempo un joven y guapo alumno de su padre, pero en el futuro se convertiría en un gran compositor. Se enamoraron y, sin permiso de su padre, Clara se casó con él en 1840.
Fue madre de 7 hijos aunque en ningún momento abandonó su trabajo como concertista de piano, un trabajo que suponía el sustento económico de la familia.
Tras la muerte de su marido, en 1856, Clara se dedicó profesionalmente a la dar clases de piano porque los conciertos exigían muchos viajes y tenía que cuidar a su familia. En 1878 se trasladó a Frankfurt y allí trabajó como la primera mujer profesora de piano de Conservatorio Superior.
Fue una abanderada en su época, una de las primeras mujeres en la historia que supo combinar, no sin sacrificios, su vida profesional con su papel de madre y esposa en una época en la que el papel de la mujer en la sociedad tenía un gran desprestigio y estaba destinado únicamente a las labores domésticas.
Clara Schumann murió en 1896. Se considera la pianista alemana más importante del siglo XIX.