Si algún teórico del color hubiera ideado el color de nuestras calles seguramente seríamos mucho más felices. Pese a que esto no es así y la funcionalidad predomina sobre cuestiones estéticas, en nuestro entorno urbano el color juega un papel muy importante.
En la calle las claves simbólicas del color se convierten en un código establecido que facilita la comunicación. El color en la calle está normalizado. Por ejemplo, los semáforos de todo el mundo tienen las luces del mismo color, las señales de tráfico, los productos peligrosos o inflamables, incluso los contenedores de reciclado. Y la norma se realiza para ser efectiva aprovechando las sensaciones que el color provoca en nosotros. La señal de stop es roja porque debe indicar peligro.
La publicidad de las grandes empresas, las petroleras o los bancos, llenan también de color las calles con su identidad corporativa. De esta forma todos pueden identificar fácilmente una cabina de Telefónica, oficina de la Caixa o una gasolinera de Repsol aunque no sepan leer o sean de otro país.