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Durante los mil años de duración de la Edad Media, Europa vio llegar nuevos pueblos a su territorio, o vio como cambiaban de residencia algunos de los grupos humanos que estaban asentados en ella. El principio y el final de esta larga etapa están marcados precisamente por la afluencia de nuevos pueblos al espacio europeo.
El inicio de la Edad Media coincide para algunos con la caída de Roma ante los invasores germánicos, para otros con la entrada en la escena política de los árabes. El final se señala con la llegada de los turcos otomanos que tomaron la ciudad de Constantinopla y así acabaron con el Imperio Romano de Oriente.
Entre el principio y el final de la Edad Media fueron muchos los pueblos que se desplazaron por toda Europa, y que contribuyeron con su expansión a la formación de las entidades territoriales y políticas que configurarían la Europa actual. A la zona oriental llegaron los eslavos, que en lentas oleadas fueron cubriendo poco a poco las tierras del Este europeo; su enorme ocupación se vio partida en dos por la llegada de un pueblo impetuoso, los húngaros, que asentados en la llanura de Panonia formaron un reino. Por el Norte se movieron los vikingos, terribles piratas saqueadores que terminaron por asentarse en algunos territorios europeos, y no solo se contentaron con un ducado en Normandía, terminaron por dominar el territorio anglosajón de la Gran Bretaña.
Cuando todo parecía ocupado, es decir, cuando parecía que ya no había posibilidad de nuevos espacios que controlar, aún se produjeron otros desplazamientos. Se trata de los movimientos de repoblación, entre las que hay que destacar la hispana y el Drag Nach Osten alemán.
Fuera del ámbito europeo hubo desplazamientos tan importantes como los de los mongoles, y los de los turcos seljúcidas, que de alguna manera influyeron también en el espacio europeo. |
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