Los Condados Catalanes
 En el área del extremo noreste peninsular los avances francos terminaron por establecer una marca o frontera del dominio carolingio: la Marca Hispánica.
Este territorio fue concedido como feudos a nobles vasallos de Carlomagno, quien de esa manera se aseguraba la defensa de la zona. En principio fueron condes francos los designados directamente por el monarca carolingio para ocupar los condados de Ribagorza, Pallars, Urgel, Cerdaña, Conflent, Rosellón, Ampurias, Gerona, Ausona y Barcelona.
 Desde la segunda mitad del siglo IX los condes fueron de origen hispano-godo, al preferirlos el rey carolingio, por tener menor fuerza política que los condes francos y menor ambición que éstos. Además poco a poco estos condes se fueron desvinculando de la tradición goda, para lo que se utilizaron diversos medios, como la introducción de una iglesia carolingia y romana.
Los condes representaban al monarca franco, y bajo su responsabilidad estaba el orden público, la justicia y el fisco. Mantuvieron la fidelidad a los monarcas carolingios, aunque el legitimismo apenas si fue operativo más allá del tiempo de una generación.
La autonomía de los condes catalanes se inició con Vifredo el Velloso (Vifredo el Pilós), quien tras un proceso colonizador que le permitió aumentar los territorios que había conseguido: Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona, creó un nuevo condado, Ausona, fundó un obispado, Vic, y creó varios monasterios, S. Juan de las Abadesas y Ripoll.
Vifredo el Velloso actuaba con toda libertad, y a su muerte le sucedieron sus hijos, coincidiendo con un tiempo en que en Francia se debilitaba el poder de los carolingios, y ascendía un usurpador al trono (Eudes). Ya en el siglo X, los sucesores de Vifredo el Velloso dejaron de prestar el homenaje feudal debido al monarca francés: el condado de Barcelona era un condado independiente. |