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Maquiavelo: Textos

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MAQUIAVELO, N., Parole da dirle...

"Todas las ciudades que durante algún tiempo se han gobernado por un príncipe absoluto, por aristócratas o por el pueblo, como se gobierna Florencia, han tenido para su defensa las fuerzas combinadas con la prudencia, porque ésta sola no basta y las otras o no ejecutan bien las cosas o, ejecutadas, no las conservan. Son, por tanto, estas dos cosas el nervio de todas las señorías que fueron o serán por siempre en el mundo. Y quien ha observado las mutaciones de los reinos, las ruinas de los países y de las ciudades, ha visto que no estaban causadas por otra cosa que por la falta de armas o de prudencia... Y de nuevo os replico que, sin fuerzas, las ciudades no se mantienen, sino que llegan a su fin, el cual les viene o por desolación o por servidumbre. Vosotros os habéis visto enfrentados este año a una y a otra; y volveréis a encontraros en la misma situación si no cambiáis de opinión"

MAQUIAVELO,N., Del modo di trattare i popoli della Valdichiana

"He oído decir que la historia es la maestra de nuestras acciones, y especialmente de los príncipes, y el mundo estuvo siempre habitado por hombres que han tenido siempre las mismas pasiones... Por tanto si es cierto que las historias son la maestra de nuestras acciones no estaba mal que quien tenía que castigar y juzgar las tierras de la Valdichiana tomara ejemplo e imitara a quieres fueron los señores del mundo [los romanos]"

MAQUIAVELO, N., Ghiribizzi al Soderini

"Mas, dado que los tiempos y las cosas cambian frecuentemente en el todo y en los particulares y los hombres no cambian sus fantasías ni sus modos de proceder, sucede que se tiene durante algún tiempo buena fortuna y durante un tiempo mala. Y verdaderamente quien fuera tan sabio que conociera los tiempos y el orden de las cosas y se acomodase a ellos, tendría siempre buena fortuna o se guardaría de la mala, y así vendría a ser verdad que el sabio gobierna los astros y los hados. Pero, puesto que de estos sabios no se encuentra, teniendo los hombres en primer lugarla vista corta y no pudiendo además gobernar su propia naturaleza, sigue de ello que la fortuna varía y gobierna a los hombres y los tiene bajo su yugo"

MAQUIAVELO, N., "Dedicatoria" a Discursos sobre la primera década de Tito Livio

"Os envío un presente que -si bien no corresponde a las obligaciones que tengo con vosotros-, es, sin duda alguna, lo mejor que Nicolás Maquiavelo ha podido mandaros, porque en él he expresado cuanto sé y cuanto he aprendido de una práctica larga y una lectura asidua de las cosas del mundo... Y creed que en todo esto sólo tengo una satisfacción: el pensar que, aunque me haya engañado en muchos de sus particulares, en una única cosa sé que no he errado: en haberos elegido a vosotros, a quienes dedico por encima de cualesquiera otros, estos Discursos míos; sí, porque al hacerlo me parece haber mostrado alguna gratitud por los beneficios recibidos; sí, porque me parece haber salido del uso común de los escritores, que suelen dedicar sus obras a algún príncipe y cegados por la ambición y la avaricia alaban en él todas sus buenas cualidades cuando deberían censurarlo en todos sus defectos. Por eso yo, para no incurrir en este error, he elegido no a quienes son príncipes, sino a quienes por sus infinitas virtudes merecerían serlo; no a quienes podrían llenarme de grados, honores y riquezas, sino a quienes no pudiendo querrían hacerlo"

MAQUIAVELO, N., Discursos sobre la primera década de Tito Livio,, I

"Se debe tomar lo siguiente por una regla general: jamás o raramente ocurre que alguna república o reino se vea ordenada bien desde el principio o reformada de manera completamente nueva al margen de las viejas instituciones, a no ser que sea ordenada por una sola persona; antes bien, es necesario que sea uno solo quien dé el modo y de cuya mente dependa cualquier ordenación de ese tipo. Por eso un ordenador prudente de una república y que tenga la intención de querer ayudar no a sí mismo, sino al bien común, no a su propia sucesión, sino a la patria común, debe ingeniárselas para apropiarse de toda la autoridad; jamás reprenderá un ingenio sabio a quien se sirva, al ordenar un reino o constituir una república, de alguna acción extraordinaria. Antes bien, es conveniente que si lo acusa el hecho lo excuse el efecto (....) .
Y se puede extraer esta conclusión: donde la materia no está corrompida, los tumultos y otros escándalos no hacen daño; donde está corrompida, las leyes bien ordenadas no sirven a no ser que estén promovidas por alguien que las haga observar con fuerza extrema mientras la materia se vuelve buena, lo cual no sé yo si ha ocurrido alguna vez o si es posible que ocurra"

MAQUIAVELO, N., Discursos sobre la primera década de Tito Livio, III

"Como demuestran todos aquellos que razonan sobre la sociedad y como muestran los abundantes ejemplos de que cualquier historia está llena, es necesario a quien dispone una república y la ordena mediante leyes partir del presupuesto de que todos los hombres son malvados y que utilizarán siempre la maldad de su ánimo a la mínima oportunidad de que dispongan; y cuando alguna maldad permanece oculta por algún tiempo, es debido a una causa oculta... pero al final la descubre el tiempo, al que dicen padre de toda verdad"

MAQUIAVELO, N., El Príncipe, XV

"Nos queda ahora por ver cuál debe ser el comportamiento y el gobierno de un príncipe con respecto a súbditos y amigos. Y porque sé que muchos han escrito de esto, temo -al escribir ahora yo- ser considerado presuntuoso, tanto más cuanto que me aparto -sobre todo en el tratamiento del tema que ahora nos ocupa- de los métodos seguidos por los demás. Pero, siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad real de la cosa que a la representación imaginaria de la misma. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación: porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son. Por todo ello es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad"

MAQUIAVELO, N., El Príncipe, XVII

Nace de aquí una cuestión ampliamente debatida: si es mejor ser amado que temido o viceversa. Se responde que sería menester ser lo uno y lo otro; pero, puesto que resulta difícil combinar ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado cuando se haya de renunciar a una de las dos. Porque en general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todo tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos -como anteriormente dije- cuando la necesidad está lejos; pero cuando se te viene encima vuelve la cara. Y aquel príncipe que se ha apoyado enteramente en sus promesas, encontrándose desnudo y desprovisto de otros preparativos, se hunde: porque las amistades que se adquieren a costa de recompensas y no con grandeza y nobleza de ánimo, se compran, pero no se tienen, y en los momentos de necesidad no se puede disponer de ellas. Además los hombres vacilan menos en hacer daño a quien se hace amar que a quien se hace temer, pues el amor emana de una vinculación basada en la obligación, la cual (por la maldad humana) queda rota siempre que la propia utilidad da motivo para ello, mientras que el temor emana del miedo al castigo, el cual jamás te abandona. Debe, no obstante, el príncipe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado. Conseguirá esto siempre que se abstenga de tocar los bienes de sus ciudadanos y de sus súbditos, y sus mujeres. Y si a pesar de todo le resulta necesario proceder a ejecutar a alguien, debe hacerlo cuando haya justificación oportuna y causa manifiesta. Pero, por encima de todas las cosas, debe abstenerse siempre de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio. Además, motivos para arrebatar los bienes no faltan nunca y el que comienza a vivir con rapiña encontrará siempre razones para apropiarse de lo que pertenece a otros; por el contrario motivos para ejecutar a alguien son más raros y pasan con más rapidez.
Pero cuando el príncipe se encuentra con los ejércitos y tiene a sus órdenes multitud de soldados, entonces es absolutamente necesario que no se preocupe de la fama de cruel, porque de lo contrario nunca mantendrá al ejército unido ni dispuesto a acometer empresa alguna (...).
Concluyo, por tanto, volviendo a lo relativo a ser amado y tenido, que -como los hombres aman según su voluntad y temen según la voluntad del príncipe- un príncipe prudente debe apoyarse en aquello que es suyo y no en lo que es de otros. Debe tan sólo ingeniárselas, como hemos dicho, para evitar ser odiado

MAQUIAVELO, N., El príncipe, XVIII

"Cuán loable es en un príncipe mantener la palabra dada y comportarse con integridad y no con astucia, todo el mundo lo sabe. Sin embargo, la experiencia muestra en nuestro tiempo que quienes han hecho grandes cosas han sido los príncipes que han tenido pocos miramientos hacia sus propias promesas y que han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres. Al final han superado a quienes se han fundado en la lealtad.
Debéis, pues, saber que existen dos formas de combatir: la una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias; pero como la primera muchas veces no basta, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, es necesario a un príncipe saber utilizar correctamente la bestia y el hombre. Este punto fue enseñado veladamente a los príncipes por los antiguos autores, los cuales escriben cómo Aquiles y otros muchos de aquellos príncipes antiguos fueron entregados al centauro Quirón para que los educara bajo su disciplina. Esto es tener por preceptor a alguien medio bestia y medio hombre no quiere decir otra cosa sino que es necesario a un príncipe saber usar una y otra naturaleza y que la una no dura sin la otra.
Estando, por tanto, un príncipe obligado a saber utilizar correctamente la bestia, debe elegir entre ellas la zorra y el león, porque el león no se protege de las trampas ni la zorra de los lobos. Es necesario, por tanto, ser zorra para conocer las trampas y león para amedrantar a los lobos. Los que solamente hacen de león no saben lo que se llevan entre manos. No puede, por tanto, un señor prudente -ni debe- guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa. Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería correcto, pero -puesto que son malos y no te guardarían a ti su palabra- tú tampoco tienes por qué guardarles la tuya. Además, jamás faltaron a un príncipe razones legítimas con las que disfrazar la violación de sus promesas. Se podría dar de esto infinitos ejemplos modernos y mostrar cuántas paces, cuantas promesas han permanecido sin ratificar y estériles por la infidelidad de los príncipes; y quien ha sabido hacer mejor la zorra ha salido mejor librado. Pero es necesario saber colorear bien esta naturaleza y ser un gran simulador y disimulador: y los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar (...).
No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas las cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria. Y se ha de tener en cuenta que un príncipe -y especialmente un príncipe nuevo- no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos, pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. Por eso necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la fortuna y, como ya dije anteriormente, a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado.
Debe, por tanto, un príncipe tener gran cuidado de que no le salga jamás de la boca cosa alguna que no esté llena de las cinco cualidades que acabamos de señalar y ha de parecer, al que lo mira y escucha, todo clemente, todo fe, todo integridad, todo religión. Y no hay cosa más necesaria de aparentar que se tiene esta última cualidad, pues en general los hombres juzgan más por los ojos que por las manos ya que a todos es dado ver, pero palpar a pocos: cada uno ve lo que pareces, pero pocos palpan lo que eres y estos pocos no se atreven a enfrentarse a la opinión de muchos, que tienen además la autoridad del Estado para defenderlos. Además, en las acciones de todos los hombres y especialmente de los príncipes, donde no hay tribunal al que recurrir, se atiende al fin. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar su Estado y los medios siempre serán juzgados honrosos y ensalzados por todos, pues el vulgo se deja seducir por las apariencias y por el resultado final de las cosas, y en el mundo no hay más que vulgo"

 

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