Las primeras teorías jónicas sobre los cielos establecían que la tierra era como un disco plano que se encontraba en el centro del universo. Los pitagóricos supusieron que la tierra era esférica y hablaron ya de siete "planetas": Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, que giraban alrededor de ella en este orden. Más allá estaban situadas las esferas de las estrellas fijas.

La antigua Grecia es un modelo de liberación de la medicina respecto de dependencias mágicas y religiosas. En el siglo V a.C. se unificaron las diversas tendencias de la medicina en un cuerpo de doctrina homogéneo: el Corpus Hippocraticum.

El Almagesto de Ptolomeo, transmitido por los árabes e incorporado al acervo cultural de Occidente, supuso el máximo esfuerzo por crear una astronomía capaz de explicar todos los fenómenos, desde el presupuesto geocéntrico.

La concepción atomista de Leucipo y Demócrito permaneció latente hasta el Renacimiento. Entonces aparece un atomismo cualitativo en autores como N. de Cusa, G. Bruno, Leibniz y Boscovic. La primera formulación atómica rigurosa se da en el campo de la química con Dalton. Hacia finales del s. XIX la idea del átomo se establece definitivamente en física; más tarde surgen los modelos atómicos de Rutherford y Bohr y se inicia el descubrimiento de numerosas partículas, así como la aplicación de la relatividad al átomo. Las partículas atómicas ya no pueden ser entendidas como corpúsculos de materia en sentido tradicional; se definen más adecuadamente como «sucesos». No obstante, las nuevas «mecánicas atómicas» replantean el problema del determinismo, la causalidad y el libre albedrío, discutido ya desde Demócrito y Epicuro.