Dentro de este término genérico hay dos tipos diferentes, el productor ejecutivo, responsable económico de los proyectos, es decir, la persona que financia la grabación (pago del alquiler del estudio de grabación, de la contratación de músicos, coros, técnicos…) con su propia inversión o a través de subvenciones, patrocinios…, y el productor musical, que se ocupa de conseguir todos los elementos necesarios para la producción de la parte musical y artística de los proyectos.
Las tareas que debe desempeñar el productor musical abarcan desde la contratación de artistas de cualquier género musical, la negociación de los contratos con las compañías discográficas y de las actuaciones en directo o el lanzamiento de nuevos músicos, hasta la dirección artística (elección de los temas que se grabarán en cada disco, la orientación para mejorar los aspectos técnico-musicales de los intérpretes,…), dado que generalmente los productores suelen ser músicos con una formación académica musical muy amplia y variada. También se ocupan de la supervisión de la grabación y de la masterización de las grabaciones.
Una vez grabado el master o demo comienza la producción discográfica, que incluye la contratación del diseño de la portada del disco, la impresión de los CD, la búsqueda de una distribuidora que asegure la máxima difusión y la promoción del disco (con la producción de videoclips, la promoción en radio y televisión, etc). Por tanto, a lo largo del proceso de producción de un disco, el trabajo del productor va desde los aspectos más artísticos a los empresariales.
Sin embargo, a pesar de esta clara diferenciación teórica entre productor ejecutivo y musical, en la práctica, y especialmente a causa del desarrollo experimentado en los últimos años por las tecnologías digitales y por Internet -con los profundos cambios que han supuesto para la industria musical-, no parece estar tan claramente definido el papel de cada uno de ellos. Por otra parte, la figura del productor ha sufrido una lógica evolución a lo largo del tiempo, desde su surgimiento en la primera mitad del siglo XX.
Actualmente, además de la indefinición de su cometido, que ya hemos comentado, su papel se está viendo relegado también a causa del desarrollo de las tecnologías. Con el progresivo perfeccionamiento de los home-studio y de los sistemas de grabación digital a disco duro, los propios músicos pueden realizar en sus estudios de grabación caseros -con una gran reducción de costes pero manteniendo la calidad-, las tareas no sólo de interpretación, sino también de programador, técnico de grabación, y de compositor en ocasiones, con lo que asumen al mismo tiempo la toma de decisiones y la responsabilidad sobre el producto final que antes correspondía al productor.
Además, la promoción de la música a través de Internet es ahora mucho más fácil y rápida, y ha cambiado el modelo de distribución y los objetivos que pretenden conseguir los músicos, especialmente si no son grandes estrellas, con la consiguiente merma de las funciones antes reservadas al productor discográfico.
Sin embargo, esto no es posible ni en el caso de los músicos que carecen de los medios económicos y de los conocimientos técnicos necesarios para hacer sus propias producciones, ni en el de los grandes proyectos o las grandes estrellas, que requieren presupuestos millonarios para grabar en los estudios más importantes, en estos casos, la figura de los productores continúa siendo imprescindible. En este enlace encontrarás algunos buenos consejos de un profesional basados en su propia experiencia para llegar a ser un buen productor musical.
"Fuente: banco de imágenes del ME"
En un próximo artículo ampliaremos la información sobre los estudios necesarios para convertirse en un buen profesional de este campo y dónde se pueden realizar.