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MODERNA |
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El fenómeno de la expansión europea lo desencadenaron, a finales del siglo XV, portugueses y españoles. Ellos protagonizaron buena parte de la apertura de mares y rutas a una nueva perspectiva política y económica: la de la modernidad.
Portugueses y españoles inician ese proceso en el Atlántico, banco de pruebas de técnicas y pericias marineras, escuela de vientos y mareas, cátedra de cosmografía y cartografía, espacio de ensayos, amenazas armadas y de negociaciones diplomáticas antes de que se convirtiera, ante todo, en el ámbito que conducía a América, en ese todo indisoluble de las Indias, Islas y Mar Océano.
Además, esa exploración, esa apropiación compartida y en competencia, produce la identificación del espacio atlántico como un territorio, aún sin conocer las verdaderas dimensiones de sus confines. La conciencia de encontrarse ante un ámbito que dominar, obliga a aplicarle estrategias políticas antes reservadas fundamentalmente para el territorio, a combinar la presión y la diplomacia, la estrategia y las influencias. El ejemplo claro de ello es el Tratado de Tordesillas (1494) y lo que supone.
Más allá de las iniciativas, competencias y limitaciones mutuas de portugueses y castellanos, la propia evolución europea, va a trasladar hacia aguas del Atlántico el campo de acción política y económica, en el que el desarrollo de nuevas potencias marítimas como Holanda e Inglaterra -ajenas a los condicionantes iniciales de las naciones pioneras- será determinante. |
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