No todos los animales ven el color de la misma manera. En general, cuanto más sensible es una especie al color mas desarrolla su aspecto externo hacia él.
El ser humano no posee una piel muy colorista. Pero a través del ropaje podemos arreglarlo.
Cada mañana, frente al armario, elegimos nuestros colores favoritos. Expresamos así un estado de ánimo o nos adaptamos a algunas situaciones sociales. Por ejemplo, el vestido negro se asocia al luto o a la elegancia, el blanco a lo nuevo o limpio, el rojo a la juventud o al atrevimiento...