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	     |  |  3.
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	   		  |  Liberalismo, nacionalismo y romanticismo.
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	   		  | Romanticismo |  
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	   		    |   El 
                  alto ingrediente emocional de las revoluciones y de los movimientos 
                  nacionalistas decimonónicos contrasta con el equilibrio razonable 
                  que imperó en la estética y el pensamiento de buena parte del 
                  siglo XVIII. El arte romántico aparece como un movimiento de 
                  contestación, incluso de rechazo, a las normas del neoclasicismo 
                  y de la Academia. Pero el romanticismo no es sólo un conjunto 
                  de manifestaciones culturales. Es una nueva actitud ante la 
                  vida, de la que el arte, la literatura, la música, se hacen 
                  eco. Los artistas se convierten en portavoces de una sociedad 
                  que aprecia lo local y lo particular frente a la universalidad 
                  defendida por la Ilustración, las emociones desatadas frente 
                  al control de la razón, la admiración por la Edad Media frente 
                  a una Europa que se industrializa rápidamente y una burguesía 
                  que se apodera de los resortes del poder. 
 Desde la revolución al conservadurismo, desde lo tétrico al esteticismo más refinado, el romanticismo dejó una profunda huella en toda la cultura europea pese a su vocación exaltadora de las particularidades nacionalistas; y una paradoja más: sus seguidores desarrollarán un feroz individualismo, al tiempo que defienden la vinculación incondicional y la entrega a la Patria.
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