Casi todos los grandes imperios decimonónicos (Rusia, Turquía, Austria, Gran Bretaña, España) experimentaron en su seno los nacionalismos separatistas, pero en ningún lugar con tanta intensidad y variedad (étnica, religiosa y lingüística) como en el sureste de Europa, compartido por el imperio turco otomano y por el imperio austriaco, en el que, por ejemplo, algunos bandos se publicaban en quince lenguas diferentes |