Ni el pueblo, ni el Estado son soberanos. La persona es el único absoluto.
Los fines políticos del Estado deben estar subordinados a la persona.
Todo Estado debe fundamentarse en el respeto, la preservación y el desarrollo de los Derechos Humanos.
La persona, la sociedad política y el estado son contrarios a cualquier forma de totalitarismo.
Para llegar a la postdemocracia es imprescindible la reconstrucción moral de la sociedad.