Con la aparición de la imprenta en el año 1425 y las posibilidades que ofrecía a la música como poder sacar multitud de copias de partituras, la difusión de la música aumentó drásticamente. Antes de la invención de la imprenta los textos eran manuscritos por los monjes y clérigos en los monasterios medievales sobre un soporte de piel de carnero llamado pergamino. Su interés radicaba en la música religiosa (el canto gregoriano) mientras que la música profana era transmitida muchas veces de forma oral y por ello multitud de piezas de la época se han perdido ya que no ha quedado constancia escrita de ellas.
Muchos años después la aparición de los dispositivos de registro y reproducción como del fonógrafo en 1887 permitirían almacenar la música como tal, es decir, como el resultado sonoro de interpretar una partitura. Luego podía reproducirla pero no podían sacarse multitud de copias de la grabación original. Posteriormente aparatos como el gramófono creado en 1888 permitió almacenar música, escucharla y además sacar copias de la fuente original.
La visión social de la música como un producto más del mercado empezó a tener su auge gracias a la grabación digital que permitía que las copias obtenidas no pierdan calidad sonora y el ruido de fondo se minimizó. Por ello la relación humana entre el intérprete y el público disminuye ya que el oyente ahora no está obligado a acudir a un auditorio para escuchar música. Puede elegir entre comprar un disco y escucharlo en su domicilio cuando lo desee y hacerlo tanta veces como desee o bien acudir a un evento musical en directo.
Esta difusión enorme de los productos musicales puede parecer a primera vista un gran negocio de amplios beneficios pero si se analiza con detenimiento el mercado musical es bastante arriesgado: el beneficio es dudoso y cambiante ya que los discos varían su precio en el mercado y no tiene precio estable, su margen de vida es escaso ya que pasan de moda y requiere continua renovación además de la amenaza que supone a las compañías las descargas por Internet, mp3 etc. que actualmente se realizan masivamente. Muchas de las casas discográficas han buscado herramientas empresariales para disminuir los riesgos como la creación de catálogos (muy utilizados para público selecto y en general especializado en un tipo de música determinada) o disminuir los costes de producción para así poder aumentar la distribución y publicitar los discos para aumentar las ventas.
Así pues las ventajas de los medios de difusión musical son claros: gracias a ellos hay una mayor distribución de los productos musicales en la sociedad, la música puede llegar a todas partes y deja de ser objeto únicamente de las clases privilegiadas como ya ocurrió hasta el siglo XIX. Pero por otro lado hay inconvenientes que se derivan de los dispositivos de registro y reproducción sonora como la popularización excesiva de la música, en algunos casos ha significado un detrimento de la calidad artística de los productos musicales y en otras ocasiones el público ha perdido interés quizás por lo sencillo que resulta acceder a la música gracias a estos medios.