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n primer lugar habría que aclarar qué es lo que se entiende por aprendizaje colaborativo desde una perspectiva pedagógica, y a este respecto, hay varias posturas.
Algunos psicólogos y psicopedagogos consideran el aprendizaje colaborativo como un método de aprendizaje a través del cual los alumnos aprenden mediante la interacción entre iguales, teniendo todos los miembros del grupo la misma función de liderazgo y la misma responsabilidad en la consecución del aprendizaje. El profesor cambia su rol en este tipo de aprendizaje, pasa de enseñar a guiar en el proceso, ya que son los alumnos quienes consiguen llegar a conclusiones propias a partir de sus actividades en común. Esta forma de aprendizaje, elimina el elemento competitivo de las actividades, ya que la meta que se persigue es común a todos los alumnos, de la calidad del trabajo de cada miembro, depende el resultado para todo el grupo.
El profesor cambia su rol en este tipo de aprendizaje Pasa de en enseñar a guiar en el proceso. Son los alumnos los que llegan a alcanzar el conocimiento a través del diálogo y el debate con sus compañeros.
En este tipo de aprendizaje, cada miembro del grupo debe escuchar al resto e intervenir como todos ellos. Se promueve de este modo la capacidad para elaborar una propuesta unificada a partir de todos los argumentos, esta capacidad está relacionada también con la habilidad de escoger entre todos lo mejor de cada propuesta, para unirlas todas en una común. Se incentivan también, por tanto, las capacidades de negociación con los demás y la tolerancia, todos participan y lo que dice cada uno del grupo es tan importante como lo que dice el resto.
Elimina el elemento competitivo de las actividades Se promueve la capacidad para elaborar propuestas unificadas que los alumnos tendrán que alcanzar por consenso.
Parece novedoso, ¿verdad?, lo curioso de todo esto es que estas formulaciones pedagógicas llevan planteándose desde finales de los setenta y sobre todo en los años ochenta. Pero las primeras experiencias llevan poniéndose en práctica mucho más tiempo. A modo de ejemplo, citaré en el siglo XVIII a Joseph Lancaster, que planteaba su método de enseñanza mutua en una escuela fundada por él, en el londinense barrio de Southwark. En 1801 su método ya había sido implantado en un centenar de escuelas de educación primaria. Poco más tarde, el método de enseñanza mutua se instaura en varias escuelas de América del Sur. Si bien el método de enseñanza mutua tiene muchas ventajas, sólo es un antecedente de lo que llamamos aprendizaje colaborativo. Bien entrado este la era decimonónica, John Dewey fue uno de los pedagogos que dieron sustento teórico a las emergentes escuelas que hacían uso de las técnicas del aprendizaje colaborativo. Dewey afirmaba que los métodos utilizados en educación, en aquellos momentos, favorecían el aprendizaje de tipo individualista y atrofiaban los impulsos sociales del niño. Dewey afirmaba que para que estos impulsos sociales recibieran el impulso debido, la escuela debía organizarse en comunidad cooperativa (1897).
Es en el siglo XX cuando empieza a implantarse en algunas escuelas, en torno a los años 70 comienzan a aparecer estudios avalados por psicólogos y pedagogos que han puesto en práctica este método. Muchos tienen en mente a Dewey. En 1969 Feldman y Newcomb publicaron su libro The impact of College on Students donde mostraban los resultados obtenidos en su investigación a través de unos 1500 estudios, Vigotsky señalaba en 1979 las ventajas pedagógicas del aprendizaje colaborativo. J. Habermas, filósofo y sociólogo alemán de nuestra época, también avala este tipo de aprendizaje a través de su teoría de la acción comunicativa.
Después de este breve repaso por algunos momentos de la Historia del aprendizaje colaborativo, me centraré en los pasos que se deben seguir para abordar este tipo de aprendizaje:
Lo primero que deberíamos hacer es orientar a los estudiantes de forma que comprendan qué es lo que van a hacer y sobre todo qué es lo que no hay que hacer. Para esta labor orientativa, según Elizabeth F. Barkley, (2007), se pueden utilizar juegos de grupo (tipo lost on the moon) para que los estudiantes vean las ventajas de la colaboración y las desventajas de la competición.
El primer paso para abordar una tarea a través del aprendizaje colaborativo será el de formar grupos. Dependiendo de la naturaleza de la tarea a realizar los grupos pueden ser de diversos tipos: básicos, informales y formales. El número de personas que va a formar cada grupo también dependerá de la tarea a realizar, pero se suelen formar grupos de entre tres y seis alumnos. La forma de agrupar a los alumnos también puede ser de dos tipos, heterogénea u homogénea, teniendo ambas sus ventajas y sus inconvenientes. Barkley señala como principal ventaja de los grupos heterogéneos la diversidad de opinión en los mismos y la riqueza que ello entraña para todos los miembros del grupo. Convirtiéndose en la principal desventaja de los grupos homogéneos, en los que ... "los estudiantes no experimentan las ricas interacciones e intercambios que pueden producirse cuando se trabaja en un grupo de compañeros diferentes. "Barkley, (2007)
El segundo paso es la asignación de roles a los grupos, los roles típicos que señala Barkley son los siguientes:
Facilitador-moderador, quien además de moderar los diálogos se encarga de que todo el mundo cumpla con su tarea.
Secretario, que toma nota de todo lo que se entrega, hace resúmenes de los diálogos, controlan la asistencia de los miembros del grupo a las reuniones, etc.
Portavoz. Ayuda al secretario en algunas de sus funciones y además es quien habla en nombre del grupo.
Cronometrador es el alumno que se encarga de la organización de las tareas y calcula el tiempo que se invertirá en cada una de ellas.
Supervisor de carpetas, el alumno que distribuye el material con el que va a trabajar el grupo, el que se encarga de custodiar el trabajo conjunto, etc.
Comodín, es el rol que ocupa cualquier cargo ausente.
El siguiente paso es definir, diseñar y estructurar la propia tarea de aprendizaje, este paso es competencia del profesor, así como supervisar el desarrollo de las tareas de cada grupo, observar si todo marcha de forma correcta, si brota algún conflicto, etc. Al diseñar la tarea hay que intentar favorecer la independencia, de modo que cada miembro sea responsable de su trabajo ante los demás pero en que cada trabajo esté interelacionado con los otros para asegurarse el éxito como grupo, cada miembro del grupo percibe su éxito en relación con el todo.
Como conclusión decir que prácticamente todos los estudios psicológicos y pedagógicos que han investigado los resultados en las prácticas de aprendizaje colaborativo hacen una gran valoración de dichas técnicas y concluyen que dicho tipo de aprendizaje favorece no sólo la memoria a largo plazo de los conceptos que se han trabajado de este modo, sino también la sensación de utilidad que perciben los chicos hacia sí mismos, el incremento de la autoestima en los alumnos, la mejora en las habilidades sociales, la tolerancia hacia el otro, y un largo etc de beneficios que no deberíamos ignorar.Tal vez, como profesores deberíamos replantearnos nuestra metodología en las aulas y encaminarnos en más ocasiones hacia estos planteamientos que no sólo impulsan los ideales democráticos entre el alumnado sino que además estimula a los alumnos, les hace participar con más entusiasmo en las clases y favorece otras muchas competencias y habilidades entre ellos, como hemos visto a lo largo del artículo.