A principios del siglo XX se abogaba por el uso del ruido con fines musicales. El manifiesto El arte de los ruidos publicado en 1913 por Luiggi Russolo se exigía una ruptura radical con toda la música del pasado y abogaba por el acercamiento al ruido. Ello le llevó incluso a inventar instrumentos específicos (Intonarumori). Este pintor italiano fue uno de los paradigmas del futurismo, un movimiento artístico y literario encabezado por el poeta Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), que resaltaba la maquinización y el carácter dinámico de la vida del s. XX. En música, esto se tradujo en la inclusión de los ruidos la técnica y la industria propios de la época.
Un siglo después, hay espectáculos que hacen de la articulación de determinados ruidos su principal seña de identidad. Es el caso de Stomp, un espectáculo creado en Brighton en 1991 por Steve McNicholas y Luke Cresswell; basado en la percusión con sillas, bidones, cepillos… en definitiva cualquier cosa que no sea un instrumento convencional. A un ritmo trepidante se le asignan coreografías vertiginosas dando lugar a un espectáculo único.
En una línea similar, Mayumana nació en Israel en 1997 de la mano de Eylon Nuphar, Boaz Berman y el productor Roy Oferen. En sus espectáculos se combina el teatro, la percusión y la danza, utilizando materiales reciclados y en definitiva el objeto más insólito a modo de instrumento.
Sin duda la esencia de este tipo de espectáculos es el ritmo, parámetro musical que numerosos pedagogos señalan como el idóneo para emprender la formación musical. Es el caso de Kodaly o Carl Orff, por citar dos ejemplos ilustres. Precisamente a este último debemos la aportación de todo el instrumental Orff a las escuelas. Quizá sea momento de profundizar en la incorporación a las aulas otros instrumentos y sonoridades en la línea de los espectáculos descritos… sin desmerecer al pandero o la caja china…
Referencias.