Lo interesante en la oferta pedagógica de un museo es que el profesor pueda elegir el tipo de actividad a desarrolla de acuerdo con sus expectativas.
Que no sean talleres demasiado cerrados, ya que si el profesor quiere o necesita, pueda intervenir en algo que le resulta interesante.
Que la dinámica de los monitores no sea como la de tu profesor, me refiero a lo siguiente, si decidimos trabajar con otros profesionales, los límites tienen que estar claros.
El profesor tiene que ser un mediador discreto, un colaborador que no hace ruido si no es necesario.
El monitor tiene que estar respaldado por un proyecto fuerte, adaptado a las asignaturas y a las edades de los alumnos.
Los programas educativos en los museos actualmente deberían de ser una labor clave en su infraestructura, que debe obligar a las instituciones a plantearse su redefinición y la calidad de sus servicios.
La vinculación de los museo a la actividad pedagógica debe incluso condicionar el tipo de exposiciones, ya que un objeto por si mismo no comunica nada más allá de la propia existencia, lo percibimos lo hacemos a través del conocimiento, de nuestra experiencia unido a las expectativas creadas (labor que debe realizar el profesor antes de la visita).
Por eso los talleres deben de generar un contexto coherente e informativo donde se relaciones hechos con objetos, con obras.
Todo esto se deberá realizar en un espacio informal, que permita al visitante libertad para elegir la información que desea asimilar. La manera de presentar esta información va a ser la que despierte el interés y la curiosidad del visitante, debe de estimular el deseo de conocer.