"No
quiero morirme, no; no quiero, ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre,
siempre, y vivir yo, este pobre yo que me soy y me siento ser ahora y aquí
(...). ¡Duerme el deseo insaciable y ni aun sueña; el hábito,
el santo hábito, reina en mi eternidad; han muerto con los recuerdos
los desengaños, y con las esperanzas, los temores (...). No, no es anegarme
en el gran Todo, en la Materia o en la Fuerza infinitas y eternas o en Dios
lo que anhelo; no es ser poseído por Dios, sino poseerle, hacerme yo
Dios sin dejar de ser el yo que ahora os digo esto (...). Llaman... a esto orgullo;
[pero] tan gratuito es existir como seguir existiendo siempre (...). No reclamo
derecho ni merecimiento alguno; es sólo una necesidad, lo necesito para
vivir".
(UNAMUNO, M. Del sentimiento trágico de la vida III).
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