En el aula de música se puede usar para diferentes tipos de actividades, no sólo para las de interpretación, que tal vez sean las que más se acomodan al modelo, sino para otras, como la búsqueda de información, la redacción, la exposición oral, etc.
Ampliamos aquí algunos de los aspectos relacionados con la metodología que hemos tratado en nuestro post anterior. En él hemos señalado el trabajo colaborativo como una de las metodologías activas más eficaces en la clase de Música.
El papel del profesor también se va a modificar dado que se convierte en un miembro más de cada uno de los grupos, con una tarea de coordinador y supervisor más que de “jefe” del grupo de trabajo. Con este tipo de estrategia estaremos también potenciando la competencia social y ciudadana estipulada por la LOE.
Probablemente una de las cuestiones que como profesores podemos plantearnos es qué diferencia al trabajo colaborativo de los tradicionales trabajos por equipos o grupos. Existe toda una escuela de metodología activa que ha investigado sobre el trabajo en grupo. Estas investigaciones han extraído una serie de normas que aplicadas a los grupos humanos hacen que su trabajo sea altamente eficaz. Destacaremos algunas de ellas:
Los grupos son pequeños, en torno a 3 ó 5 personas, elegidas por sus diferentes cualidades. No se agrupa de manera aleatoria ni por amistad. Esta elección premeditada permite que el grupo sea multifacético, de manera que las cualidades de cada alumno complementan las de los demás. Así, por ejemplo, en un trabajo de investigación lo procedente sería establecer grupos en los que haya una persona que tenga capacidad de liderar al grupo y de dividir el trabajo, otras personas que acepten ese liderazgo, otra que sepa buscar en fuentes de investigación, otra que sepa reunir esa información y darle forma y otra que sea capaz de transmitir el resultado de la investigación. Lo mismo podríamos decir si de lo que se trata es de canalizar una actividad de composición e interpretación en grupo donde se formarán grupos en los que se integren una persona con talento creativo, junto con otras que funcionen mejor como intérpretes y otra como director.
Lo interesante es que un agrupamiento premeditado consigue optimizar el trabajo porque pone en funcionamiento otros parámetros más coherentes que la agrupación por simple amistad entre los alumnos o por su ubicación espacial. El tipo de acciones que conseguimos poner en marcha con ello van desde promover las relaciones interculturales y el aprendizaje entre iguales con diferentes niveles e interés por la materia, hasta impulsar las propias relaciones entre individuos de la clase que no han trabajado juntos nunca. Por otro lado, la idea de que los grupos integrados de esta forma son problemáticos se ha demostrado como falsa y que, a la larga, sus miembros adquieren una experiencia de intercomunicación y de reparto de responsabilidades (con vistas a la consecución de un objetivo común) más fuerte que en los grupos formados de maneras más aleatorias.
En conexión con la idea anterior está la de fomentar la responsabilidad de cada individuo que forma el equipo. Cuando un grupo se ha formado de manera óptima, cada uno de sus integrantes tiene un cometido que es diferente y sin el cual el trabajo común no puede tener un buen final. De ahí que se delegue en cada individuo un papel que complementa pero no comparte con sus compañeros y que es necesario para el triunfo final. Con esto se trata de evitar que sea una sola persona la que elabore todo el trabajo de principio a fin. Por ello es importante conocer bien a los alumnos y aquellas cualidades que les hacen idóneos para integrarlos en un equipo determinado.
Finalmente, podemos destacar que los últimos estudios sobre agrupamientos humanos señalan este tipo de grupos como muy provechoso porque además de todo lo anteriormente señalado, contribuyen también a fomentar las capacidades críticas, la habilidad para la comunicación interpersonal y el respeto por los demás desarrollando el compromiso por el trabajo común.