La invitación a observar, analizar, hacer y reflexionar será recurrente en todas las unidades didácticas. Así expuestos a la evidencia los procesos de aprendizaje (mediante prácticas orientadas por una constante apelación a la reflexión como retroalimentación), se hacen objeto de una valoración específica, diferente de la que contempla los resultados. Varios autores (J. Burón -1996- en España, por ejemplo) reclaman el papel crucial que la metaatención debe desempeñar en los procesos de aprendizaje concéntrico y acumulativo.
Mediante la autoconciencia y habilitación de los mecanismos que regulan la concentración selectiva en la lectura visual, los alumnos pueden iniciarse en las disposiciones y capacidades básicas que permiten escapar de la inercia de los automatismos irreflexivos de la mirada. Esta importancia de la metaatención como componente de la metacognición vertebra la articulación metodológica desde el primer paso, al exponer al alumno a una reestructuración activa de sus cogniciones previas al comienzo de cada tema. Este momento de la secuenciación didáctica propone extraer del campo de las representaciones precedentes (suscitadas bajo orientación) aquéllas aptas para centrar los problemas que el tema plantea en el contexto privado de la propia experiencia.
En la EPV, el horizonte del aprendizaje significativo y contextualizado adquiere carácter fundamental, si se pretende de la motivación del alumno no se resienta en entornos de aprendizaje indiferentes a las condiciones subjetivas de partida. Con esta implicación profunda de los procesos, incorporados a los cauces del aprendizaje metacomprensivo, pretendemos disponer las condiciones adecuadas para que el alumno conozca la actividad perceptiva y mental involucrada en la propia comprensión, como representación de significados deducidos de la experiencia. Esta autorreflexión integradora, asimiladora y personalizada se convierte en herramienta clave para el desarrollo de todos los núcleos de contenidos, pero especialmente en 'El lenguaje visual'.