Es un criterio compositivo que consiste en colocar dos formas o grupos de formas semejantes en tamaño, color, textura o significado a la misma distancia del centro de la composición donde se sitúa el personaje central o centro de atención principal de la obra. Recibe este nombre por que el esquema de composición se asemeja a una balanza de dos platillos con un vástago central.
El equilibrio resultante es muy estático. Fue muy utilizado durante el Románico y el Gótico en composiciones religiosas donde Dios se situaba en el centro y el resto de los personajes a su derecha e izquierda por orden de importancia.