Etapas de la prehistoria - Neolítico
El hombre sedentario. Aldeas - [Ciudades]
Los agricultores necesitaban vivir en comunidad para ayudarse mutuamente en la construcción de edificios, la defensa y el cultivo de la tierra. En efecto, era importante permanecer junto a las tierras que cultivaban para evitar desplazamientos, y protegerse de posibles ataques de grupos de cazadores y recolectores que podían quitarles las cosechas. Por ello comenzaron a construir sus viviendas unas al lado de otras; se instalaban en lugares cercanos a ríos o corrientes de agua, necesaria para la vida, y solían rodear sus casas de muros o fosos para la defensa no solo de otros hombres sino de animales salvajes.
Las viviendas eran chozas muy sencillas, con una o varias habitaciones, construidas de barro, pajas y cañas. Junto a las casas había silos o graneros para almacenar la cosecha que, tras la recolección, necesitaban guardar bien para tener alimentos durante todo el año.
Estas comunidades agrícolas constituyeron las primeras aldeas, formadas por un número pequeño de familias, entre diez y cincuenta, y una población de cincuenta a trescientas personas. En estas aldeas todos los habitantes tenían las mismas ocupaciones: se dedicaban a la agricultura, a la domesticación de animales, y poco a poco se fueron introduciendo los trabajos de cerámica y de tejido.
Probablemente la propiedad de la tierra y del ganado fuera colectiva, por ello todos serían iguales económica y socialmente aunque no faltaría en cada aldea algún individuo o individuos con una situación especial por su fuerza, sabiduría o valor. No había división social de la población, pero sí solía haber división de las funciones dentro de la comunidad: los hombres hacían las tareas más arriesgadas como salir a cazar o ocuparse de los ganados, mientras que las mujeres atendían las tareas agrícolas, domésticas (incluidas la cerámica y el tejido) y familiares (cuidado de los hijos).
La producción agrícola era suficiente para la alimentación de los miembros de la aldea, pero los seres humanos dependían cada vez más de los fenómenos de la naturaleza. La magia de las sociedades paleolíticas no solo no se perdió, sino que posiblemente adquirió un papel relevante y fue la base de las religiones que fueron surgiendo.
La consideración de sobrenatural de los fenómenos meteorológicos desconocidos, llevaron a considerar al rayo, al viento, al sol o a la luna, como los dioses más importantes. Y junto a estos fenómenos se encuentra la importancia de los sacerdotes que comienzan a aparecer. Había necesidad de tener propicios a unos dioses que podían enfurecerse y no permitir que las cosechas fueran lo suficientemente buenas como para alimentar a toda la comunidad.
En general las tierras producían suficiente para alimentar a los habitantes de la aldea, pero no disfrutaban de excedentes para poder comerciar. Sin embargo, poco a poco las cosas fueron cambiando, pues aunque la población fue en ascenso al tener asegurada la alimentación, se fueron generando excedentes que permitieron iniciar un pequeño comercio de trueque con otras comunidades. Esto permitiría iniciar una tímida división del trabajo que pronto iría creciendo y daría paso a una nueva forma de asentamiento humano: la ciudad. |