«---Quincena 6ª-. El Romanticismo.---»
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La quiebra de la Ilustración y el nacimiento del Romanticismo

El Romanticismo es un movimiento cultural y artístico que surgió en Europa occidental en la primera mitad del siglo XIX como respuesta a la crisis en que habían entrado los ideales de la Ilustración, que podríamos resumir en cinco puntos:

  • La libertad de conciencia: El hombre es el único protagonista de su vida y de la historia. Es preciso que el individuo se libere de la tutela moral de la religión y de la tutela política del Estado y asuma la libertad que le es propia, abandonando la "minoría de edad" en la que secularmente ha vivido.
  • El arbitrio del Estado: El Estado se funda en un pacto entre ciudadanos libres que persiguen unos intereses generales dentro de un marco legal que sirve al bien común.
  • La revolución científico-técnica: La razón empírica se considera el medio más seguro para alcanzar el dominio completo de la realidad, que permitirá revolucionar la técnica.
  • La revolución económico-productiva: La capacidad técnica para actuar sobre el medio físico revolucionará la industria y contribuirá a mejorar las condiciones de vida de la población.
  • La fe en el progreso: Los puntos anteriores se implican uno a otro en una espiral que garantiza el progreso indefinido de la sociedad.
 

Una generación en crisis

Los románticos, cuya educación se apoya en este ideario, se muestran desencantados al comprobar que los valores en los que han puesto su fe se encuentran comprometidos y en trance de desaparecer.

  • Recorte de las libertades y censura en el pensamiento: Después de la aventura napoleónica, los gobiernos de todo el continente desean una restauración del Antiguo Régimen. El acontecimiento que marca su inicio es la celebración del Congreso de Viena en 1815, donde se toman medidas para frenar la difusión de las ideas liberales y se llega a un pacto, la Santa Alianza, para garantizar militarmente la estabilidad de las monarquías europeas.
  • El Estado refuerza su autoridad: Las revoluciones de 1830 y 1848 son sangrientamente reprimidas. Una vez erradicada la respuesta social y después de someter a las voces críticas, el Estado controla sin oposición el conjunto de los ámbitos humanos: político, económico, cultural...
  • Las paradojas de la revolución científico-técnica: Las ventajas que trae consigo el desarrollo material no llegan al conjunto de la población, se margina al más débil. Por otra parte, la transformación del espacio físico produce grandes metrópolis agresivas, hostiles a lo natural y a lo humano.
  • La hipertrofia del ámbito económico-productivo: El capital financiero ha cobrado autonomía y crece a expensas de gran parte de la población que vive en la miseria.
  • Escepticismo ante el progreso: Los fracasos acumulados hacen que se contemple con desconfianza el futuro.
 

¿Y ahora qué...?

Ésta es la pregunta a la que tienen que responder los jóvenes románticos. Han recibido una herencia difícil de gestionar. Los ideales que inspiraron a sus padres y los valores que éstos les inculcaron no se corresponden con la realidad inmediata. Viven con una conciencia "a dos niveles" sin suficiente unidad entre sí: de un lado, los principios y el espíritu; de otro, las frustrantes limitaciones del mundo en el que viven.

¿Merece la pena seguir luchando? ¿Hay que aceptar que el proyecto ilustrado ha fracasado definitivamente? ¿Qué les define como generación? ¿Dónde pueden encontrar un espacio propio?

En este tema podrás conocer las respuestas que los autores del momento ofrecieron a éstas y otras cuestiones, aunque ya adelantamos que no todas apuntaron en el mismo sentido...

 
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El Romanticismo en España. Marco histórico

El siglo XIX empieza a recoger los frutos del gran esfuerzo que ha estado realizando la sociedad española para acercarse a Europa en la última centuria. Sin embargo falta crear un sistema que se ajuste a la nueva realidad. Se ha fomentado una burguesía, pero no se le ha dado un lugar en el poder, pues esto implicaría romper el monopolio absolutista e introducir el parlamentarismo.

La Guerra de la Independencia (1808-1814) es el acontecimiento histórico con que se inicia este tránsito. Se suele decir que en España existió un Romanticismo vivido antes que literario. El dos de mayo de 1808, el pueblo de Madrid tiene una reacción visceral al interpretar las lágrimas del rey Fernando VII cuando sale de palacio para marchar a Francia como expresión de su rabia y su impotencia ante la invasión. Los siguientes años están caracterizados por el entusiasmo popular, nacionalista y patriótico. En 1812, las Cortes Generales reunidas en Cádiz promulgan una constitución que tendrá una vida muy breve, ya que en 1814, acabada la guerra y vuelto el rey, se instaura una monarquía absolutista de signo conservador. El sistema constitucional se recupera una década más tarde gracias al pronunciamiento del teniente coronel Rafael Riego, que inaugura el período que se conoce como Trienio Liberal (1820-23). Sin embargo, la Santa Alianza saldrá en ayuda del rey enviando un ejército de 132.000 soldados franceses (los "cien mil hijos de San Luis") que pone fin a las libertades. Comienza así la Década Ominosa (1823-1833) caracterizada por la represión, la censura y el exilio de intelectuales. A la muerte del rey, asistimos a la Regencia de María Cristina (1833-1840) marcada por la primera Guerra Carlista, una guerra civil entre los partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón, absolutistas, y los de Isabel II, liberales. El triunfo corresponderá a estos últimos. Tras la Regencia de Espartero (1840-43), Isabel II accede al trono, aunque no traerá la paz. Las tensiones continuarán en la segunda mitad del siglo con nuevos enfrentamientos civiles y un gran derroche de valor y energías, muchas veces estéril.

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Tendencias y estética

En el Romanticismo conviven dos ideologías que se manifiestan con un único código.

  • Por un lado tenemos autores liberales-nihilistas, como Espronceda o Larra, que entienden el proyecto ilustrado como una tarea pendiente que no se ha llegado a completar por falta de energía. Son idealistas y revolucionarios.
  • Por otro tenemos autores católicos-conservadores, como Zorrilla o Bécquer, desencantados con la realidad presente que no alcanza a colmar sus anhelos. Se apartan de la dimensión material en la que se ven limitados y apuestan por las realidades espirituales que encuentran en sus propias obras (esteticismo) o en la transcendencia (fe en Dios).

Ambos grupos comparten una misma estética basada en la imaginación. Hasta el siglo XVIII, el fundamento de la literatura era la imitación. La imaginación era una instancia secundaria, un depósito de imágenes del que nos servimos para crear, respetando la correspondencia entre obra y realidad. Los románticos piensan que con la imaginación podemos crear mundos nuevos; no es un archivo, sino un centro de producción. Esto convierte al escritor en un ser divino, iluminado, pues repite en su mente finita el acto eterno de creación de la mente infinita. Eso no quiere decir que la realidad desaparezca; se reinterpreta: se piensa que la realidad es un ejemplo, una metáfora, una barrera que hay que traspasar para llegar al fundamento de las cosas.

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Características generales de la literatura romántica

El Romanticismo se presenta en oleadas que van cambiando de carácter. En España suelen distinguirse tres fases: Prerromanticismo (hasta 1833), de carácter conservador; apogeo del Romanticismo (entre 1833 y 1843), de carácter liberal; Posromanticismo (a partir de 1843), conservador e intimista. En general, el movimiento se podría caracterizar mediante tres rasgos:

  • La fantasía, el sentimiento y la imaginación. Los textos presentan amores apasionados, escenas de ultratumba, fantasmas, visiones, recreaciones idealizadas del pasado (particularmente medieval: castillos, monasterios), lugares exóticos (del mundo musulmán o asiático).
  • Libertad. En dos planos: artística (eliminación de las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar, mezcla de géneros y estilos: la prosa y el verso, lo trágico y lo cómico, uso de polimetría) y personal (actitud rebelde ante el destino trágico y las normas sociales; en muchas ocasiones la única posibilidad de ser libre es abandonar la sociedad, de ahí el gusto por los personajes marginales: el pirata, el mendigo, Don Juan...)
  • Individualismo. Se exalta el propio yo y también la propia nación recogiendo sus rasgos diferenciales. Se impulsa el costumbrismo y la literatura popular (romances, baladas, cuentos tradicionales, coplas, refranes, leyendas), así como las literaturas regionales catalana, gallega y vasca.
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José de Espronceda (1808-1842)

Es el autor que mejor encarna la vertiente revolucionaria del Romanticismo. A los quince años fundó una sociedad secreta, Los Numantinos, que tenía como objetivo derribar el gobierno absolutista. Sufrió prisión y, más tarde, tuvo que marchar al exilio. Conoció en Portugal al amor de su vida, Teresa Mancha, cuya prematura muerte sumió al poeta en la desesperación. Regresó a España acogiéndose a una amnistía y se dedicó a la política hasta su muerte.

Su obra se puede dividir en tres bloques:

  • El estudiante de Salamanca: Se trata de un extenso poema de algo más de 1700 versos que desarrolla el tema clásico del donjuán. Félix de Montemar seduce y abandona a la inocente Elvira que muere con el corazón roto. Una noche, Félix se topa con una misteriosa dama que le atrae poderosamente e inicia su persecución a través de las calles de Salamanca. Poco a poco abandona el mundo de los vivos y se adentra en un ámbito fantasmagórico: contempla su propio entierro, baja al mundo de los muertos, se enfrenta a espectros y al final celebra sus bodas con la misteriosa dama que no es otra que el esqueleto de Elvira.
  • El diablo mundo: Se trata de una obra fragmentaria en la que se reflexiona sobre la existencia del hombre. Es célebre su cuarta parte, el "Canto a Teresa", una elegía dedicada a su amante.
  • Poemas cortos: Merece la pena destacar "Canción del pirata", "El mendigo", "El reo de muerte" o "Canción del cosaco", inspirados en personajes marginales.
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El estudiante de Salamanca

Ofrecemos como muestra los primeros versos de la obra.

Era más de media noche,
antiguas historias cuentan,
cuando en sueño y en silencio
lóbrego envuelta la tierra,
los vivos muertos parecen,
los muertos la tumba dejan.
Era la hora en que acaso
temerosas voces suenan
informes, en que se escuchan
tácitas pisadas huecas,
y pavorosas fantasmas
entre las densas tinieblas
vagan, y aúllan los perros
amedrentados al verlas:
En que tal vez la campana
de alguna arruinada iglesia
da misteriosos sonidos
de maldición y anatema,
que los sábados convoca
a las brujas a su fiesta.
[...] Súbito rumor de espadas
cruje y un ¡ay! se escuchó;
un ay moribundo, un ay
que penetra el corazón,
que hasta los tuétanos hiela
y da al que lo oyó temblor.
Un ¡ay! de alguno que al mundo
pronuncia el último adiós.
El ruido
cesó,
un hombre
pasó
embozado,
y el sombrero
recatado
a los ojos
se caló.
Se desliza
y atraviesa
junto al muro
de una iglesia
y en la sombra
se perdió.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

El lírico más importante del Romanticismo español nació en Sevilla. Huérfano desde los once años, a los dieciocho decide trasladarse a Madrid donde emprenderá una carrera literaria y periodística que nunca le permitió gozar de independencia económica. Enamorado de Elisa Guillén, cuando ésta le ignora, se desespera y decide casarse precipitadamente con Casta Esteban, con la que tiene dos hijos. Bécquer tiene enormes dificultades para mantener el hogar con su trabajo. Su mujer lo abandona y a partir de entonces lleva una vida bohemia y desilusionada. Muere de tuberculosis cuando su matrimonio iba a rehacerse.

Las obras más importantes de Bécquer son:

  • Rimas: Una colección de cerca de cien poemas breves, la mayoría de dos a cuatro estrofas, con métrica variada. El tono es intimista, dolorido, melancólico. Las primeras composiciones son una reflexión sobre la creación poética, desde la óptica romántica. A partir de ahí desarrolla una biografía sentimental que acaba con el fracaso de la relación entre los enamorados; sobre esta línea se articulan diferentes temas: el amor y la naturaleza, el amor ideal, el anhelo de fusión con la amada, la fugacidad del amor, la ruptura, la traición, el dolor, el despecho, la soledad, el olvido, el sueño y la muerte como único consuelo.
  • Leyendas: Son veintiocho relatos localizados fundamentalmente en la Edad Media, con personajes melancólicos, desgarrados y un ambiente misterioso, sobrenatural, cercano al sueño. Su temática es variada: amor ("El monte de las ánimas", "Los ojos verdes", "La corza blanca"), música ("El miserere", "Maese Pérez el organista"), religión ("La rosa de pasión", "La promesa ", "La cruz del diablo", "El cristo de la calavera"), exotismo, orientalismo ("El caudillo de las manos rojas", "La Creación").
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Rimas

Seleccionamos dos rimas. La primera de la serie, una reflexión sobre la creación poética, y la conocidísima "Volverán las oscuras golondrinas...".

Rima I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarle, y apenas, ¡oh hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

Rima LIII

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón los nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
esas..., ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún hermosas,
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas..., ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
Como se adora a Dios ante su altar,
Como yo te he querido..., desengáñate,
¡así... no te querrán!

Leyendas

Seleccionamos un fragmento de "El rayo de luna".

Manrique llegó al claustro, tendió la vista por su recinto y miró a través de las macizas columnas de sus arcadas... Estaba desierto.
Salió de él, encaminó sus pasos hacia la oscura alameda que conduce al Duero, y aún no había penetrado en ella, cuando de sus labios se escapó un grito de júbilo.
Había visto flotar un instante y desaparecer el extremo del traje blanco, del traje blanco de la mujer de sus sueños, de la mujer que ya amaba como un loco.
Corre, corre en su busca; llega al sitio en que la ha visto desparecer; pero al llegar se detiene, fija los espantados ojos en el suelo, permanece un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita sus miembros, un temblor que va creciendo, que va creciendo, y ofrece los síntomas de una verdadera convulsión, y prorrumpe, al fin, en una carcajada, en una carcajada sonora, estridente, horrible.
Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuelto a brillar ante sus ojos; pero había brillado a sus pies un instante, no más que un instante.
Era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía las ramas.

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Mariano José de Larra (1809-1837)

Nació en Francia, donde su familia había tenido que exiliarse (su padre, médico, había atendido a heridos franceses durante la Guerra de la Independencia). Su personalidad está marcada por la insatisfacción. En la esfera pública no pudo disfrutar de la libertad social y política que ansiaba. En su vida personal se enamoró de una mujer casada, Dolores Armijo, que se convirtió en su amante. Cuando ella lo abandona, el autor se suicida.

Larra destaca como periodista crítico y satírico. Escribió más de doscientos artículos (muchos de ellos con el pseudónimo de Fígaro), que suelen clasificarse en tres grupos:

  • Artículos de crítica de costumbres: "El casarse pronto y mal", "El castellano viejo", "Vuelva usted mañana", "El mundo todo es máscaras. Todo el año es Carnaval".
  • Artículos de crítica política: "Un reo de muerte", "El día de Difuntos de 1836".
  • Artículos de crítica cultural: "¿Quién es el publico y dónde se encuentra?", "El sí de las niñas".

Suelen presentar una estructura tripartita:

  • Introducción: Plantea el tema que va a desarrollar.
  • Anécdota: Se trata de un pequeño relato que pretende ilustrar y desarrollar la tesis apuntada al inicio.
  • Conclusión: Extrae las consecuencias prácticas que se derivan de la experiencia que ha referido.
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Artículos

Ofrecemos un pasaje de "El día de Difuntos de 1836".

Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!
Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.
Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario.
- ¡Necios! - decía a los transeúntes -. ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? ¿Ha acabado también Gómez con el azogue de Madrid? ¡Miraos, insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a vuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados ni movilizados; ellos no son presos ni denunciados; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel; ellos son los únicos que gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo.

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José Zorrilla (1817-1893)

José Zorrilla es el dramaturgo más destacado del Romanticismo español. La biografía de Zorrilla resulta bastante azarosa. Su padre, un rígido magistrado tradicional y conservador, no se lleva bien con su hijo díscolo, rebelde y bohemio. El joven Zorrilla, con diecinueve años, decide huir de casa y va a Madrid para dedicarse a la literatura. Después de un año de estrecheces, el escritor se da a conocer en el entierro de Mariano José de Larra leyendo un panegírico dedicado al autor. Entra en contacto con el gran mundo literario y se abre camino hacia la fama. Comienza una vertiginosa producción literaria entre la aclamación general: El puñal del godo, Don Juan Tenorio, Traidor, inconfeso y mártir, A buen juez mejor testigo. Sin embargo, en sus últimos años pasa apuros económicos, sus libros y artículos ya no se publican, el Estado suprime su pensión. Muere pobre y desilusionado.

Su obra más conocida es Don Juan Tenorio, la historia clásica del burlador. El argumento parte de una apuesta entre el protagonista y un rival, don Luis Mejía, que le reta a completar su lista de conquistas seduciendo a una novicia. Don Juan acepta y añade al reto la prometida de don Luis, doña Ana de Pantoja. Logra engañar a doña Ana, pero se enamora locamente de la joven novicia doña Inés, que conseguirá que el libertino se arrepienta de sus malas acciones, implore la misericordia de Dios y obtenga así la salvación por el amor.

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Don Juan Tenorio

La escena más popular de la obra es el momento en que don Juan se declara a doña Inés:

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?

Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando al día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?

Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador,
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?

Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
    
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?

Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?

¡Oh! Sí, bellísima Inés
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.

Ángel de Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865)

Este cordobés fue uno de los intelectuales que tuvieron que exiliarse en 1823, año en que se dictó contra él una condena de muerte. Pasó a Londres y de allí a Italia, Malta y Francia, donde se ganó la vida pintando cuadros. Regresó a España acogiéndose a la amnistía de 1833 y heredó el título de duque de Rivas. En 1836 es nombrado ministro, pero al año siguiente se ve obligado a huir de nuevo del país, después de haberse pasado al bando conservador. Regresa a España en 1838, se convierte en senador y, más tarde, en embajador de España en Nápoles y París. En el momento de su muerte era el presidente de la Real Academia Española.

Su obra más importante es Don Álvaro, o la fuerza del sino. El protagonista está enamorado de Leonor, hija del marqués de Calatrava, que se opone a su relación. Los novios intentan huir, pero son descubiertos por el marqués. Cuando don Álvaro rinde su pistola en señal de sumisión, el arma se dispara y mata al padre de Leonor. El protagonista, desesperado, marcha a combatir a Italia, donde salva la vida a Carlos, hijo del marqués de Calatrava. Cuando éste lo reconoce, lo desafía y don Álvaro lo mata. Mientras tanto, Leonor se ha convertido en ermitaña y vive cerca de un convento donde don Álvaro se retira a hacer penitencia. Don Alfonso, el otro hijo del marqués, lo persigue, lo desafía y muere a manos de don Álvaro, que pide socorro para el moribundo. Acude Leonor, a la que su hermano, creyéndola casada con el asesino de su padre, mata de una puñalada. Alfonso aterrado por tanta desgracia se suicida lanzándose por un precipicio.

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Otros autores

En este breve recorrido por el Romanticismo no podemos olvidar a Rosalía de Castro, extraordinaria escritora que marca el Rexurdimento de las letras gallegas. De carácter melancólico y atormentado, tal vez por su condición de hija ilegítima, su obra gira en torno a tres núcleos temáticos: la evocación de Galicia, sus gentes, costumbres y tradiciones; la denuncia de la injusticia social, de las penurias de los emigrantes, de la falta de libertad; y la angustia existencial, el dolor por el paso del tiempo y la proximidad de la muerte. Escribió tres grandes libros: Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar.

Merece la pena recordar a otras autoras como Carolina Coronado o Gertrudis Gómez de Avellaneda, que, además de abordar los temas al uso - la angustia de vivir, la naturaleza, el amor, la evocación del pasado -, reflexionan sobre su condición femenina reivindicando para la mujer un papel distinto al que se le ha atribuido tradicionalmente.

La nómina de dramaturgos quedaría incompleta si no citáramos a Francisco Martínez de la Rosa, La conjuración de Venecia; Antonio García Gutiérrez, El trovador; y Juan Eugenio Hartzenbusch, Los amantes de Teruel.

También hay que tener en cuenta a Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre, como autor de novela histórica.

Finalmente, mencionaremos a Jacinto Verdaguer, representante de la Renaixença de las letras catalanas, con sus poemas épicos L'Atlàntida y Canigó.

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  1. Lee atentamente el fragmento de El estudiante de Salamanca, de José de Espronceda, que se encuentra en la página 5 de la sección de "Contenidos" y responde a las siguientes preguntas:
  • En los primeros versos aparece una referencia que identifica la historia como una leyenda de tradición popular. Indica qué verso es y explica cómo encaja esta declaración en los presupuestos del Romanticismo.
  • El texto presenta dos partes. Señálalas. ¿Qué tema desarrolla cada una de ellas?
  • Fíjate en el ambiente. Existen muchos elementos propios de los cuentos de terror. Señálalos. ¿Cómo encajan con el Romanticismo?
  • El pasaje se cierra con un lance de capa y espada. Explícalo. ¿Conocemos la identidad de los hombres que se han enfrentado? ¿Cómo contribuye esto al misterio de la escena?
  • ¿Qué forma métrica utiliza el poeta al comienzo del pasaje? ¿Por qué cambia más tarde? Si escuchas la recitación podrás apreciar que el ritmo transmite una sensación de rapidez y vértigo. ¿Cómo refuerza esta estrategia el contenido?
  • La literatura romántica suele jugar con contrastes y antítesis. Busca ejemplos en el texto y analiza su función.

 

  1. Lee con atención la Rima I, de Gustavo Adolfo Bécquer, que encontrarás en la página 7 de la sección de "Contenidos" y responde a las siguientes cuestiones:
  • En esta Rima inicial, Bécquer nos presenta su concepción de la poesía y del proceso de creación: es imposible expresar la riqueza que encierra el espíritu íntimo de una persona, su singularidad, recurriendo a las palabras que habla todo el mundo, por eso intenta que sus poemas se acerquen a los suspiros las risas, los colores o las notas (no significan nada y lo significan todo), aunque reconoce que su esfuerzo está condenado al fracaso. Señala estos tres bloques temáticos en el texto.
  • ¿Qué ventajas tienen los suspiros, las risas, los colores y las notas con respecto a la palabra? Bécquer habla de un "himno gigante y extraño", parece como si quisiera convertir la literatura en música. ¿Qué pasaría si sus poemas se convirtieran en una melodía pura, sin palabras? ¿Una melodía significa algo? Y, sin embargo, ¿nos transmite sentimientos, sensaciones?
  • ¿Cuál es la virtud que Bécquer le atribuye al amor en la conclusión del poema? ¿Qué tiene que ver el amor con la comunicación profunda con otro ser humano?

 

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Fichero Adjunto:

  • Estudiemos la métrica. Mide las tres estrofas. Observarás que alternan decasílabos y dodecasílabos. ¿Cómo es la rima?
  • Comentemos algunos aspectos del estilo de Bécquer:
    • ¿Qué estructuras se repiten? Señala las anáforas y paralelismos que encuentres. ¿Qué impresión transmiten?
    • Busca enumeraciones referidas a un mismo concepto. ¿A qué se refieren? Observa si están enlazadas por conjunciones. ¿Crean ritmos?
    • Es habitual encontrar exclamaciones y formas apelativas en las Rimas, hay un "tú" ausente que se identifica con la amada. ¿En qué verso aparece en este caso?
    • Se pueden rastrear antítesis, versos en los que se contraponen ideas con significados opuestos. ¿Dónde estarían? ¿Qué función cumplen?
  1. Vuelve sobre el texto de Larra, El día de Difuntos de 1836, que aparece en la página 10 de la sección de "Contenidos" y responde a lo siguiente:

 

  • La intención de Larra es retratar las costumbres de su tiempo, en este caso se plantea hacer una crónica del día de Difuntos. ¿Cuál es la costumbre española en ese día?
  • El artículo toma como excusa un aspecto costumbrista para hacer crítica política. ¿De qué modo?
  • Comenta el contraste entre la realidad inmediata y la interpretación que Larra hace de ella.
  • ¿Qué comparaciones y metáforas utiliza el autor en el fragmento? ¿Cómo revelan su estado de ánimo y su actitud ante la realidad?
  • La intención satírica degenera en imágenes grotescas. Busca ejemplos.
  • Acude a la Quincena 9. En la página 8 de la sección de "Contenidos" encontrarás un poema de Dámaso Alonso titulado "Insomnio". Compáralo con este artículo de Larra. ¿Encuentras algún vínculo?
  1. Acude al fragmento de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, que se ofrece en la página 12 de la sección de "Contenidos" y responde a estas preguntas:
  • Nos encontramos ante una declaración de amor que se desarrolla a partir de la descripción idílica del ambiente que rodea a la pareja, cuyos elementos naturales aparecen personificados. Coméntalo.
  • Los esquemas métricos de los que se sirve Zorrilla en el fragmento son décimas y redondillas. Mídelas.
  • ¿Qué campos semánticos destacan? ¿Tienen que ver con el aire, el fuego y el agua? ¿Por qué?
  • Una y otra vez se construyen metáforas para hablar de doña Inés. Señálalas.

 

  1. En la página 8 de la sección de "Contenidos" puedes leer la conclusión de la leyenda de Bécquer El rayo de luna. Manrique se ha enamorado de una quimera, de una fantasía, de una mujer inexistente que puede imaginar a su antojo. Cuando descubre que la dama que ha creído ver en la noche no es más que un rayo de luna, se desespera.
  •  Hablemos del amor platónico. Parece evidente que Manrique se siente desgraciado al no poder alcanzar el objeto de sus deseos, sin embargo ¿cómo se hubiera sentido de haberlo logrado?, ¿qué habría ocurrido si la realidad, la mujer de carne y hueso, no concuerda con la imagen que se ha forjado de ella?, ¿qué le asusta más a Manrique: no llegar a conocer a su amada o conocerla y descubrir que no encaja con su fantasía?, no será que, en el fondo, tiene miedo a la vida, a la verdad, y necesita construirse una segunda realidad en la que ser moderadamente infeliz, dulcemente melancólico? Redacta un texto argumentativo exponiendo tu opinión sobre estas cuestiones.

 

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El Romanticismo y los románticos

Has tenido oportunidad de comprobar la exaltación que caracteriza el genio romántico, un rasgo que, en muchos momentos, llegó a ser exagerado e incluso ridículo. Lo puedes comprobar en este fragmento de Ramón de Mesonero Romanos, "El romanticismo y los románticos", en el que el autor de las Escenas matritenses hace un retrato caricaturesco de un sobrino suyo que ha decidido ser romántico:

La primera aplicación que mi sobrino creyó deber hacer de adquisición tan importante, fue a su propia física persona, esmerándose en poetizarla por medio del romanticismo aplicado al tocador.
Porque (decía él) la fachada de un romántico debe ser gótica, ojival, piramidal y emblemática.
[...] Por de pronto eliminó el frac, por considerarlo del tiempo de la decadencia, y aunque no del todo conforme con la levita, hubo de transigir con ella, como más análoga a la sensibilidad de la expresión. Luego suprimió el chaleco, por redundante; luego el cuello de la camisa, por inconexo; luego las cadenas y relojes; los botones y alfileres, por minuciosos y mecánicos; después los guantes, por embarazosos; luego las aguas de olor, los cepillos, el barniz de las botas, y las navajas de afeitar; y otros mil adminículos que los que no alcanzamos la perfección romántica creemos indispensables y de todo rigor.
Quedó, pues, reducido todo el atavío de su persona a un estrecho pantalón que designaba la musculatura pronunciada de aquellas piernas; una levitilla de menguada faldamenta, y abrochada tenazmente hasta la nuez de la garganta; un pañuelo negro descuidadamente anudado en torno de ésta, y un sombrero de misteriosa forma, fuertemente introducido hasta la ceja izquierda. Por bajo de él descolgábanse de entrambos lados de la cabeza dos guedejas de pelo negro y barnizado, que formando un bucle convexo, se introducían por bajo de las orejas, haciendo desaparecer éstas de la vista del espectador; las patillas, la barba y el bigote, formando una continuación de aquella espesura, daban con dificultad permiso para blanquear a dos mejillas lívidas, dos labios mortecinos, una afilada nariz, dos ojos grandes, negros y de mirar sombrío; una frente triangular y fatídica. [...]

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Ya que vio romantizada su persona, toda su atención se convirtió a romantizar igualmente sus ideas, su carácter y sus estudios. [...] La carrera que le parecía más análoga a sus circunstancias era la carrera de poeta, que según él es la que guía derechita al templo de la inmortalidad.
En busca de sublimes inspiraciones, recorrió día y noche los cementerios y escuelas anatómicas; trabó amistosa relación con los enterradores y fisiólogos; aprendió el lenguaje de los búhos y de las lechuzas; encaramóse a las peñas escarpadas, y se perdió en la espesura de los bosques; interrogó a las ruinas de los monasterios. [...] Pertrechado con toda esta diabólica erudición, se creyó ya en estado de dejar correr su pluma, y rasguñó unas cuantas docenas de fragmentos en prosa poética, y concluyó algunos cuentos en verso prosaico; y todos empezaban con puntos suspensivos, y concluían en ¡maldición!

Como es natural, estamos ante una caricatura del romántico, aunque, por poner un ejemplo, no estaría tan lejos del retrato del joven Zorrilla que, para desesperación de su padre, no pisaba las aulas y prefería pasear por ruinas y parajes solitarios, andar de noche por los cementerios, se dejó crecer el pelo y usaba unas enormes lentes verdes.

Algo semejante pasaba con la mujer romántica. El canon de belleza del momento dictaminaba que su piel había de ser blanquísima, su mirada lánguida, su aspecto frágil y quebradizo. Para conseguirlo, muchas tomaban vinagre, cuya ingesta acaba con los glóbulos rojos y produce anemia, así es como conseguían el aspecto deseado. Hay otros ejemplos. En el Siglo de Oro se decía que la piel de los enamorados que penaban de amor adquiría un tono amarillo, por lo que las mujeres mascaban barro de Portugal, de este modo enfermaban del hígado y su piel adquiría el ansiado tono amarillento. Otro tanto se podría decir del cutis limpio de la Edad Media: las muchachas se lavaban la cara con agua de limones, que eliminaba la grasa, pero quemaba su piel. Es probable que estas costumbres te resulten curiosas o hayan despertado en ti una sonrisa, pero, bien considerado, ¿no existen usos en la sociedad actual que llevan a las personas al punto de enfermar para conseguir una figura acorde con el ideal de belleza del momento?

Si te interesa el tema puedes buscar en Internet más información sobre los cánones de belleza del Romanticismo y compararlos con los de otras épocas anteriores o posteriores, incluso con los de movimientos que entroncan con él, tales como el Decadentismo o el Dandismo.

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