Desde tiempos muy antiguos, los apicultores han intuido que las abejas, seres inteligentes y laboriosos por definición y con un esquema social muy elaborado, disponían de algún tipo de sistema de comunicación que les permitía compartir entre ellas datos sobre la localización de los alimentos.
Fue Karl von Frish quien en Vida de las abejas (1927) describió por primera vez cómo funcionaba.
Si la fuente de alimento se encuentra a menos de cien metros de la colmena, la exploradora ejecuta la danza en círculo. Los cambios de dirección y la rapidez de los giros expresan la cantidad de alimento hallado. En seguida, otras abejas empiezan a bailar tras la exploradora.
Si, por el contrario, el alimento se halla a más de cien metros (las abejas tienen una autonomía de vuelo de unos cinco kilómetros), la exploradora ejecuta la danza en semicírculo. La inclinación del diámetro de dicho semicírculo respecto a la vertical de la pared de la colmena marca el ángulo que la exploradora formaba respecto al sol en su vuelo.
El complejo sistema de comunicación desarrollado por las abejas resulta sorprendente comparado con el de otros animales, que apenas sirve para transmitir señales relacionadas con la reproducción, la alarma frente a depredadores, etc. Pero resulta muy poca cosa frente a la maravilla del lenguaje humano. ¿Cuántos matices puede contener la información transmitida mediante la danza de las abejas? Muy pocos: distancia, dirección, cantidad del alimento… Nada comparado con la descripción que un ser humano podría hacer de su viaje, que podría incluir, además, sus impresiones, sus sentimientos…
Estructura del lenguaje verbal
Funciones del lenguaje
Función representativa
Función expresiva
Función apelativa
Función Fática
Función metalingüística
Función poética
Reconoce las funciones
Uso de los índices
Uso de la j
La homonimia
La estructura del lenguaje verbal. La doble articulación
La danza de las abejas, de la que te hemos hablado en Antes de empezar, constituye uno de los lenguajes más elaborados del reino animal, y ello se debe a que logra combinar dos elementos significativos: uno referido a la distancia, y otro referido a la dirección. Podemos decir que se trata de un lenguaje complejo porque está formado por dos piezas. Combinando esas dos piezas, podemos construir numerosos mensajes que tengan que ver con la localización de la comida.
La mayoría de los mensajes de la comunicación animal son sencillos. Un rugido del león, que podríamos traducir como ¡Fuera de mi territorio!, no está compuesto por piezas que se puedan combinar de otras maneras. Tampoco la llamada de un ave que avisa de la presencia de depredadores. Son mensajes unitarios, simples, de un solo uso.
La clave del éxito del lenguaje humano radica precisamente en ser articulado, es decir, en estar formado por piezas dotadas de significación que pueden combinarse entre sí. Cada una de estas piezas se llama monema. Los monemas se combinan para formar palabras y enunciados. Así, en el caso de inútiles, tenemos tres monemas: in-, que expresa negación; útil, que expresa la capacidad de servir para algo, y -es, que expresa plural.
Por si fuera poco, cada una de estas piezas está a su vez formada por otras piezas aún más pequeñas y carentes de significado propio, denominadas fonemas. La palabra del ejemplo anterior, inútiles, que estaba formada por tres monemas, podría dividirse a su vez en ocho fonemas: /i/ /n/ /u/ /t/ /i/ /l/ /e/ /s/.
Las funciones del lenguaje
La influencia del lenguaje en la vida del hombre es enorme, y va mucho más allá de una simple capacidad de narrar o de representar. Por el contrario, la comunicación verbal permite al ser humano actuar muy directamente sobre lo que le rodea, gracias a la interacción que lleva a cabo con sus interlocutores.
De esta forma, los actos de habla podrían clasificarse en función del efecto que están llamados a realizar en el receptor. No es lo mismo una expresión cuyo objetivo es simplemente transmitir unos datos (El guepardo corre a 110 km/h), que otra destinada a influir en la actitud de los demás (Por favor, préstame tu coche), o simplemente a expresar un sentimiento (Me alegro de que hayas venido). La Lingüística moderna distingue seis funciones del lenguaje en los actos de habla, según la intención con la que se realicen:
Función representativa: Sólo intenta transmitir una información objetiva al receptor.
Función expresiva: Busca mostrar la subjetividad del hablante. Se realiza cuando expresamos nuestros sentimientos u opiniones.
Función apelativa: Su objetivo es influir en la actitud o acciones del hablante, es decir, que haga algo o que piense de otra manera.
Función fática: Aparece cuando intentamos establecer la comunicación, o asegurarnos de que ésta existe.
Función metalingüística: Se verifica cuando utilizamos el lenguaje para hablar del propio lenguaje.
Función poética: Tiene lugar cuando el lenguaje sirve de herramienta para producir un placer estético.
La función representativa
La función representativa se verifica en los mensajes cuya intención es transmitir una información de forma objetiva.
Encontramos la función representativa, por ejemplo, en textos expositivos, informativos, periodísticos, científicos… También en la lengua cotidiana, cuando narramos unos hechos o exponemos contenidos sin que intervenga nuestra subjetividad.
Los elementos lingüísticos propios de la función representativa son:
Las oraciones enunciativas.
El modo verbal indicativo.
Léxico preciso.
Adjetivos sin ninguna carga valorativa.
Orden lógico.
En el siguiente texto predomina la función representativa. Puedes encontrar uno parecido en cualquier enciclopedia:
El río Duero discurre por el noroeste de la Península Ibérica. Nace en los Picos de Urbión, a 2.160 m. en la localidad soriana de Duruelo de la Sierra, y desemboca en el océano Atlántico junto a la ciudad de Oporto en Portugal. Con sus 897 kilómetros es el tercer río más largo de la Península, después del Tajo y el Ebro.
La función expresiva
La función expresiva aparece cuando el hablante pone de manifiesto su subjetividad, en forma de temores, sentimientos, opiniones…
Encontramos la función expresiva, por ejemplo, en conversaciones o textos personales, como cartas, diarios… También aparece, coexistiendo con la función apelativa, en textos formales en los que se defiende una determinada postura o tesis, como discursos, artículos de opinión… o en textos literarios, conviviendo con la función poética.
Los elementos lingüísticos propios de la función expresiva son:
El uso de la primera persona.
Las oraciones exclamativas.
Las interjecciones.
El modo verbal subjuntivo cobra importancia.
Léxico connotativo, frases hechas… (Vaya lata).
Afijos aumentativos, diminutivos, despectivos…
Adjetivos con carga valorativa (estupendo, magnífico…)
En el siguiente texto, tomado del Diario de Ana Frank, predomina la función expresiva.
Después de Año Nuevo el segundo gran cambio: mi sueño… con el que descubrí mis deseos de tener… un amigo o novio; no quería una amiga mujer, sino un amigo varón.
También descubrí dentro de mí la felicidad y mi coraza de superficialidad y alegría. Pero de tanto en tanto me volvía silenciosa. Ahora no vivo más que para Peter, porque de él depende en gran medida lo que me ocurra de ahora en adelante.
Y por las noches, cuando acabo mis rezos pronunciando las palabras "Te doy las gracias por todas las cosas buenas, queridas y hermosas", oigo gritos de júbilo dentro de mí…
La función apelativa
La función apelativa se da cuando el emisor trata de influir en las acciones o actitudes de los receptores. Dependiendo de la relación social que exista entre los interlocutores y de la situación comunicativa, esta influencia puede darse en forma de orden, de petición, de ruego, de consejo…
Encontramos la función apelativa, por ejemplo, en textos publicitarios, en discursos políticos, y en general en todos aquellos que defiendan una determinada opinión o punto de vista. Suele coexistir con otras funciones, como la representativa o la expresiva.
Los elementos lingüísticos propios de la función representativa son:
El uso de la segunda persona.
El modo verbal imperativo y otras expresiones de mandato.
Oraciones interrogativas, imperativas y exhortativas.
Expresiones de cortesía (por favor… ¿Sería usted tan amable…?)
Algunas preguntas retóricas (¿Por qué no te callas?).
Como ejemplo de texto con función apelativa, te ofrecemos el discurso del Cerdo Mayor que, en la novela Rebelión en la granja (1945), de George Orwell, convence al resto de los animales para que expulsen al ser humano.
¿No resulta entonces de una claridad meridiana, camaradas, que todos los males de nuestra vida proceden de la tiranía de los seres humanos? Eliminad al hombre y el producto de nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana nos volveríamos ricos y libres. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¡Trabajar día y noche, en cuerpo y alma, para destruir a la raza humana! Ese es mi mensaje, camaradas: ¡Rebelión!
La función fática
La función fática predomina en mensajes cuya finalidad es establecer, mantener o interrumpir la comunicación.
Encontramos la función fática sobre todo en expresiones de la comunicación oral como saludos, despedidas, invitaciones a continuar…, y muy especialmente en las conversaciones que tienen lugar por teléfono ( ¿Diga?), por radio ( Cambio y corto) o por otros medios de transmisión en los que los interlocutores no están presentes.
Los elementos lingüísticos propios de la función fática son:
En general, enunciados cortos de escaso contenido informativo.
Fórmulas de tratamiento, saludo y despedida.
Muletillas y frases hechas como ¡No me digas! Entiendo, ya…
Vocativos para llamar la atención (Pedro, ¿me oyes?).
Ciertas preguntas que piden algo al receptor (¿Me oyes?¿Sabes? ¿Me entiendes?).
En el siguiente texto es muy importante la función fática:
-Vuelo Alitalia 488 a Torre de Control, Conteste. Cambio.
-Aquí Torre de Control, adelante, Alitalia 488.
-Alitalia 488 solicita permiso para realizar un aterrizaje forzoso. Cambio.
-Recibido. Permiso concedido. Aproximación rumbo 311. Cambio.
-Recibido, Torre de Control. Cambio y Corto.
La función metalingüística
La función metalingüística es propia de los textos y discursos que tienen como tema el código lingüístico, o el lenguaje en general. Es el caso de las gramáticas y los diccionarios… El texto que estás leyendo pertenecería a esta clase.
Los elementos lingüísticos propios de la función metalingüística son similares a los de la función representativa:
Las oraciones enunciativas.
El modo verbal indicativo.
Léxico preciso.
Adjetivos sin ninguna carga valorativa.
Orden lógico.
La terminología propia de la Lingüística.
Te proponemos, como ejemplo de texto con función metalingüística, un fragmento del Curso de Lingüística General (1916) de Ferdinand de Saussure, libro que revolucionó el estudio de la Lengua a comienzos del siglo pasado:
La morfología trata de las diversas categorías de palabras (verbos, nombres, adjetivos, pronombres, etc.) y de las diferentes formas de la flexión (conjugación, declinación). Para separar este estudio de la sintaxis, se alega que la sintaxis tiene por objeto las funciones propias de las unidades lingüísticas, mientras que la morfología no se ocupa más que de su forma...
La función poética
La función poética es característica de aquellos textos cuya finalidad consiste en producir un placer estético en el receptor.
Se corresponde habitualmente con textos literarios, y suele ir ligada a la función expresiva, sobre todo en los textos líricos, centrados en los sentimientos del poeta. Pero también la encontramos en la publicidad y, en general, en un uso lúdico del lenguaje que trate de atraer la atención sobre el propio código.
Los elementos lingüísticos propios de la función poética son:
La métrica y la rima, en el caso del verso.
Las figuras retóricas y estilísticas, que estudiarás en una próxima quincena.
El léxico connotativo, sobre todo en la lírica.
En principio cualquier uso que, por apartarse de lo habitual, cause extrañeza en el receptor.
Aquí tienes un texto con función poética. Es un fragmento del poema "Orillas del Duero", escrito por Antonio Machado, y recogido en su libro Campos de Castilla (1912).
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…
Técnicas de trabajo: Uso de los índices
Es probable que alguna vez hayas intentado buscar algún dato en un libro y hayas encontrado dificultad. Los contenidos de los libros no servirían de nada si no existiera un sistema que nos permitiera encontrarlos de forma rápida y sencilla.
Para eso existe el índice, un texto que presenta de forma ordenada y estructurada el contenido de un libro. Suelen colocarse al principio o al final de los libros de texto, de los libros especializados o de las obras de consulta. Básicamente, existen cuatro clases de índice:
El índice temático: En él se exponen los distintos capítulos y apartados de la obra en cuestión. Puede presentarse en forma de esquema.
El índice onomástico: Aparece normalmente al final de algunas obras, y en él se presentan por orden alfabético todos los nombres de persona que aparecen en el libro, seguidos de los números de las páginas en los que se citan.
El índice por materias: En ocasiones, un libro puede estar dotado de un índice adicional en el que se presentan los temas tratados por orden alfabético, junto a las páginas donde aparecen.
El índice específico: También puedes encontrar índices que se refieran a contenidos muy específicos de la obra, como pueden ser mapas, láminas, figuras…
El uso adecuado de los índices y sumarios es esencial en cualquier tarea de búsqueda de información. De la misma manera, debes aprender a dotar de un índice útil a tus trabajos y monografías.
El uso de la j
Como sabes, en la lengua española existe una correspondencia casi total entre fonemas y letras. Existen, sin embargo, algunos casos en los que esta correspondencia se rompe, lo que da lugar al problema ortográfico. Un ejemplo es la letra j que, a veces, representa el mismo sonido que la letra g. Para evitar las confusiones, debes aprender algunas normas.
Se escriben con la letra j:
Los grupos ja, jo, ju: jarro, jolgorio, jubilación…
Todas las formas de los verbos que en el infinitivo no tienen g ni j: deduje (deducir); bendije (bendecir).
Todas las formas de los verbos que llevan j en el infinitivo: trabajé (trabajar).
Las palabras acabadas en -aje, -eje, -jería: linaje, hereje, mensajería.
Los verbos acabados en -jear y sus derivados: canje, canjear.
Algunas palabras no siguen regla alguna, sólo la memoria visual nos permite reconocerlas: mujer, extranjero, jinete…
Te proponemos este trabalenguas escrito con la letra jota:
Los cojines de la reina,
los cajones del sultán.
¡Qué cojines!
¡Qué cajones!
¿En qué cajonera van?
La homonimia
La homonimia es un fenómeno lingüístico que se da cuando, en el transcurso de su evolución fonética, dos o más palabras acaban teniendo la misma forma. Esta coincidencia formal, a la que se llega por casualidad, puede ocasionar confusiones. Existen dos clases de palabras homónimas:
Las palabras homógrafas, aquellas en las que coinciden tanto la grafía como la pronunciación. Tu primo vino anoche. // Este vino es de Rioja.
Las palabras homófonas, aquellas en las que coincide la pronunciación, pero no siempre la grafía. La vaca tiene un ternero // Pon tu maleta en la baca.
Los diccionarios tratan a los homónimos como palabras diferentes entre sí, y por eso las hacen figurar bajo distintas entradas, en las que se especifica su origen etimológico. Así, si buscamos la palabra polo encontraremos:
Polo (1): Del latín polus. Punto donde la superficie de una esfera se corta con su eje.
Polo (2): Del tibetano pholo (pelota). Juego introducido en Europa por los ingleses en el que un grupo de jinetes empuja una bola hacia una meta utilizando mazas y astiles largos.
No tienes límite de tiempo para realizar los ejercicios.
Hazlos con calma, comprobando bien las soluciones.
Si fallas reiteradamente en alguno, repasa de nuevo los contenidos y vuelve a intentarlo.
Puedes resolver los ejercicios cuantas veces quieras.
Autoevaluación 1
Autoevaluación 2
Actividades
1. Completa las siguientes afirmaciones sobre las funciones del lenguaje.
El uso de los imperativos es propio de la función ______________
La primera persona es habitual en la función ______________
El léxico preciso se asocia a la función ______________
Las fórmulas de saludo y despedida se asocian a la función ______________
Las oraciones enunciativas abundan en los textos con función ______________
El modo verbal indicativo caracteriza a la función ______________
En las cartas personales, diarios… suele abundar la función ______________
Los afijos aumentativos, diminutivos, despectivos son propios de la función______________
El uso de la segunda persona abunda en los textos con función ______________
Encontramos oraciones exclamativas en los textos con función ______________
Si perseguimos un placer estético, entramos en la función ______________
En el libro de Lengua que tienes ante ti predomina la función ______________
2. ¿Qué quiere decir que el lenguaje humano es doblemente articulado? 3. Explica cuáles son las unidades de segunda articulación. 4. Clasifica los textos que aparecen en la página 9 según la función del lenguaje que predomine. 5. Busca un homónimo para las siguientes palabras y explica su significado. Determina si se trata de homógrafos o de homófonos.
Palabras
Homónimas
Homógrafas
Vaca: mamífero bovino doméstico, del que se obtiene leche y carne. Baca:
Llama: gas incandescente producto de la combustión de algún material. Llama:
Vino: tercera persona del singular del pretérito perfecto simple del verbo venir. Vino:
Asta: mástil del que se cuelga una bandera. Hasta:
Cerca: adverbio que expresa poca distancia. Cerca:
Suelo: primera persona del singular del verbo soler. Suelo:
Códigos secretos. El código de banderas
Justo antes de la batalla de Trafalgar (1805), Nelson pidió a su oficial de señales que enviara, mediante el código de banderas, el siguiente mensaje al resto de su flota: ENGLAND EXPECTS THAT EVERY MAN WILL DO HIS DUTY(Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber). El oficial de señales tuvo que emplear una combinación de 31 banderas para componer este mensaje.
El código secreto de banderas de la Armada Británica constaba de diez banderas a las que se asignaban los números del 0 al 9. Izándolas en series de tres se obtenían cifras que se correspondían con palabras recogidas en un libro de códigos distribuido a todos los barcos de la flota. Este libro jamás debía caer en poder del enemigo. Tenía las pastas de plomo, y el capitán debía lanzarlo por la borda en caso de que su navío pudiera ser capturado.
El oficial de señales de Nelson tuvo que izar las banderas 2-5-3 (England), 2-6-9 (expects) y así sucesivamente hasta llegar a la palabra duty que, al no estar en el código, tuvo que deletrearse. El número 4 representaba la cuarta letra del alfabeto, es decir la D, y así 4 (D), 21 (U), 19 (T), 24 (Y).
El código de banderas constituye un perfecto ejemplo de lenguaje articulado, en el que con sólo diez unidades se pueden componer infinitos mensajes.
Por cierto, el almirante Nelson fue el primero en cumplir su propia orden, pues aquel día murió luchando por proteger a su patria de una inminente invasión francesa.