Las
cámaras fotográficas más sencillas constan de una cámara oscura cerrada con una abertura en uno de los extremos para que entre la luz y una superficie plana para capturar la luz y formar la imagen en el otro extremo.
La mayoría de las cámaras fotográficas tienen una lente colocada en
el
objetivo
para controlar el paso de la luz entrante y para enfocar la imagen. El diámetro de esta abertura suele modificarse con un
diafragma.
El obturador
controla el lapso que la luz incide en la película. Por ejemplo, en situaciones con poca luz, la velocidad de obturación será menor (mayor tiempo abierto) para permitir que la película reciba la cantidad de luz necesaria exactamente.
Las zonas de la película que reciben más luz aparecen más oscuras mientras que las más blancas son las menos impresionadas. Este proceso da como resultado una imagen negativa, es decir, con los
colores invertidos. Debe ser positivada mediante el revelado para obtener la copia final con los colores originales.