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DAVID HUME (1711-1776)

David Hume nació en Edimburgo (Escocia) el 26 de abril de 1711 en el seno de una de las familias más respetables de su entorno. Su padre pertenecía a una de las ramas del conde de Hume y su madre era hija de sir David Falconer, presidente del Colegio de Justicia.
Su padre murió siendo Hume niño de tal modo que sus dos hermanos y él quedaron al cuidado exclusivo de su madre que les dedicó toda su atención y se ocupó de su educación.

Hume fue brillante en sus estudios y, según él mismo refiere, pronto descubrió su pasión por las letras. La situación económica de su familia llevó a que fuera aconsejado a dedicarse a estudios de Derecho. Pero él manifestó una pronta aversión a dichos estudios ya que –como él mismo relata- sólo le interesaban las disquisiciones filosóficas y el aprendizaje en general. De hecho, devoraba en secreto a Cicerón y Virgilio en vez de estudiar a los juristas.

Pero no podía dedicarse a las letras ya que su precaria situación económica no se lo permitía y, además, su intenso estudio le había quebrantado la salud –agotamiento físico y nervioso-, por lo que en 1734 viajó a Bristol con recomendaciones para los comerciantes a fin de dedicarse a tales actividades (probablemente aquí se familiarizó con el cálculo de probabilidades). Pero sólo aguantó unos pocos meses.

Así que decidió irse a Francia, primero a Reims y más tarde fijó su residencia en La Flèche (Anjou) , a fin de dedicarse a sus estudios filosóficos con el propósito de vivir austeramente de sus escasos recursos económicos. Allí compone su obra principal, el Tratado de la naturaleza humana. Quizás la elección del lugar no sea casual, ya que, como sabemos, allí estudió Descartes. Durante este tiempo sabemos que mantuvo discusiones con un jesuita acerca de su ensayo sobre los milagros que formaba parte del Tratado y que fue amputado del mismo hasta que lo incluyó dentro de la Investigación sobre el conocimiento humano.


Regresó a Londres en 1737 y, a finales de 1739 publicó el Tratado –sólo los dos primeros libros-. En 1740 publicó el tercer libro. Curiosamente publicó la obra sin nombre porque pretendía que la obra valiese por sí sola, al tiempo que temía que si tenía mala acogida pudiera afectarle a su reputación. Pero la escasa acogida de su obra, que pasó casi inadvertida, le produjo una tremenda desilusión que –según su testimonio- encajó bastante bien gracias a su temperamento jovial y así, muy pronto, prosiguió con gran entusiasmo sus estudios. Inmediatamente después de la publicación de su obra se fue a vivir con su madre y hermano a la casa de campo que poseían en Escocia. También en 1740 redactó un resumen de su obra que se conoce con el nombre de Abstract (Compendio) y que tampoco firmó y, además, escribió en tercera persona. Debido a esto hasta 1938, gracias a Keynes y Straffa, no se ha podido establecer con certeza que dicho escrito se debía a la pluma del filósofo escocés.

En 1742 editó en Edimburgo la primera parte de sus Ensayos (quince ensayos) que tuvo una recepción más favorable y continúo viviendo con su madre y hermano en Escocia dedicándose al estudio del griego, lengua que había descuidado en su formación juvenil.
En 1744 –asunto que él no nos relata en su autobiografía- se presentó a la cátedra de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Edimburgo que estaba vacante.

A pesar de la supuesta poca influencia que él reconoce a su Tratado sabemos que el rector de dicha Universidad (William Wishart) había calificado sus doctrinas de heréticas. Hume, actuó con poca honestidad intentando suavizar sus doctrinas mediante la publicación de una carta conocida como Carta de un caballero a su amigo de Edimburgo. El coste de dicha publicación cayó a cargo de un pariente suyo, un tal Henry Home. Pero dicha carta no le sirvió para nada ya que no fue elegido para ocupar dicho puesto.

En 1745 recibió una carta del marqués de Annandale invitándole a vivir con él. Apercibiéndose de que los amigos y la familia de éste estaban deseosos de que Hume se ocupara de él ya que su mente y su salud –parece ser que el conde estaba loco- lo requerían se decidió a aceptar la invitación. Permaneció así en Inglaterra doce meses, en los que su precaria situación económica logró arreglarse algo, según nos dice, aunque sabemos que tuvo dificultades para cobrar su salario.

Entonces (1746) recibió la propuesta del general St. Clair para convertirse en su secretario en una ambiciosa expedición militar contra Canadá en la que, con el pretexto de salvaguardar Nueva Escocia (Terranova) y las colonias de Nueva Inglaterra, se quería acabar con el poderío francés sobre estos territorios conquistando Montreal por tierra e invadiendo Quebec por el río S. Lorenzo, misión que debía realizar la escuadra de St. Clair. La expedición se truncó y quedó en una simple incursión en la costa de Francia (Lorient –Bretaña-).

En 1747 de nuevo el general St. Clair le ofreció el mismo puesto al ser nombrado embajador militar cerca de las cortes de Viena y Turín. Aceptó y fue introducido en dichas cortes como ayuda de campo del general, vistiendo uniforme de oficial. Durante los dos años que duró tal empleo interrumpió sus estudios pero fueron años agradables que pasó en buena compañía y, gracias a su cargo y frugalidad, llegó a acumular un capital importante.

Hume supuso que la poca acogida del Tratado había sido motivada más que por los temas que abordaba, por la forma en que estaba escrito y, en consecuencia, había pecado de imprudencia al publicarlo tan pronto. Así, redactó un resumen divulgativo de la primera parte de su obra con el título de Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano y que publicó con su nombre –según él- mientras vivía en Turín, aunque por la fecha de publicación, abril de 1748, sabemos que estaba todavía en Viena. (El título de esta obra cambió en la quinta de edición, 1758, pasando a llamarse Investigación sobre el conocimiento humano tal como se la conoce hoy día). Pero la suerte de esta obra fue la misma que la del Tratado: pasó desapercibida.

Londres, finales del siglo XVIII Regresó a Londres en 1749 y se encontró con que, aunque su obra no había tenido gran acogida, sin embargo sí la había tenido una obra, mediocre, cuya autoría pertenecía al Dr. Middleton y que se intitulaba Libre investigación y cuyo tema eran los milagros, tema tratado en la sección décima de su Investigación aunque, claro está, desde una perspectiva bien diferente. Una nueva edición de sus Ensayos morales y políticos publicada en Londres tampoco tuvo mejor recepción.

Así, en ese mismo año volvió a Escocia y fue a residir con su hermano –su madre ya había muerto- donde permaneció dos años. Allí compuso la segunda parte de sus Ensayos a la que denominó Discursos políticos y la Investigación sobre los principios de la moral, resumen de la tercera parte del Tratado.
Hay que resaltar, también en este año, el comienzo de su amistad con Montesquieu.

Poco después su editor, A. Millar, le comunicó que sus publicaciones, con excepción del Tratado, comenzaban a estar en boca del público y comenzaban a aumentar las ventas hasta el punto de que se hacían necesarias algunas ediciones más.
Sus obras fueron replicadas por algunos reverendos –entre ellos el Dr. Warburton que llegó a ser obispo de Gloucester y que fue unos de los críticos más acérrimos del pensamiento de Hume- y altos cargos lo que le hizo percibir a Hume como sus obras comenzaban a salir del ostracismo y a ser consideradas. Hume no respondió a estas críticas ya que se hizo el propósito –firmemente mantenido, según él- de no replicar nunca a nadie.

En 1751 se trasladó del campo a Edimburgo, “el verdadero escenario de un hombre de letras”- en sus propias palabras. Parece ser que el motivo de su traslado fue el intento de obtener la cátedra de Lógica que dejaba vacante su amigo Adam Smith al pasar a ocupar la de Moral. A pesar de que Hume tenía allí grandes amigos (William Mure, Gilbert Elliot y el propio Smith) la oposición del público y, sobre todo, de la Iglesia evangélica de Escocia hicieron que el cargo fuera otorgado a otro.

Allí, en 1752, publicará sus Discursos políticos, primer trabajo reconocido por el público desde su publicación. En este mismo año en Londres vio la luz su Investigación sobre los principios de la moral que, a su juicio, era el mejor de sus escritos tanto a nivel filosófico, como histórico o literario. Pero, muy a su pesar, el escrito pasó nuevamente desapercibido ante el público.
También en este año fue nombrado bibliotecario de la Facultad de Abogados. Aceptó el cargo por motivos intelectuales –ponía a su disposición una gran biblioteca- ya que los emolumentos eran ridículos, más bien inexistentes.

Allí Hume retoma su Historia de Inglaterra –sabemos que en su estancia en casa del conde de Annandale comenzó a escribir sobre este asunto ya que existe en la Biblioteca Nacional de Escocia un manuscrito de sesenta y cuatro páginas fechado en julio de 1746 y firmado por él mismo- componiendo el primer volumen dedicado a los reinados de Jacobo I y Carlos I. Fue publicado en 1754 y, en contra de lo que pensaba su autor, fue mal acogido en general hasta el punto de que en Inglaterra, en el periodo de un año, sólo se vendieron cuarenta y cinco ejemplares. Sin embargo, se vendió bien en Escocia.

Por primera vez Hume admite que tal hecho le desanimó. Además, a esta situación, se unió el intento, frustrado, de excomulgarle de la Iglesia de Escocia. Su desanimo era tal que anduvo pensando exiliarse a Francia, a alguna ciudad de provincia, e inclusive hasta cambiarse el nombre. Pero sus planes resultaron impracticables al estallar la Guerra de los siete años entre Francia e Inglaterra.

En consecuencia, decidió seguir con el segundo volumen de su Historia, que ya estaba bastante avanzado, con ánimo y perseverancia.


Mientras tanto se pergeño la publicación de su Historia natural de la religión junto con otros cuatro ensayos y que debería haber visto la luz en un volumen titulado Cinco disertaciones. Tal obra no llegó a publicarse ya que el reverendo Warburton amenazó a Millar con denunciarle si el libro era editado. Así, Millar, retiró dos de los ensayos que formaban parte de ese proyecto, a saber, Sobre el suicidio y De la inmortalidad del alma que sólo vieron la luz póstumamente (1777). Así, el volumen que se llegó a publicar se intituló Cuatro disertaciones y contenía los siguientes ensayos: Historia natural de la religión, De las pasiones, De la tragedia y Del criterio del gusto.
La obra fue acogida sin pena, ni gloria salvo que apareció un panfleto contra ella escrito por Richard Hurd, discípulo de Warburton. El panfleto, según Hume, le “proporcionó algún consuelo”.

En 1756 vio la luz la segunda parte de su Historia de Inglaterra que comprendía el período entre la muerte de Carlos I y la Revolución. Al no suscitar los temas tratados tanta polémica la obra tuvo mejor acogida.
En 1759 publicó Historia de la Casa de Tudor que levantó tantas críticas y oposiciones como el primer volumen de su Historia de Inglaterra. Harto ya de tantas opiniones encontradas se concentró, insensible a ellas, en la redacción de la última parte de su obra histórica que abarcaba desde la invasión de Julio Cesar hasta el reinado de Enrique VII. La culminó en dos volúmenes y la publicó en 1762, aunque en sus referencias a dicho evento le bailan las fechas y dice haberla publicado en 1761. La acogida fue tolerable, aunque insiste en que sólo tolerable.
El dinero que recibía de los editores por los derechos de autor iba en aumento de forma que no llegó sólo a ser económicamente independiente, sino que se hizo rico. Así, pues, se retiró a Escocia con el propósito de no abandonar su tierra natal nunca más.


Pero en 1763 recibió la invitación del conde de Hertford, un desconocido para Hume, para acompañarle a París en su embajada realizando el trabajo de secretario de embajada y con la perspectiva, casi segura, de ser nombrado con este cargo. En principio rechazó tal invitación pero más tarde la aceptó –parece ser que lo que motivó este cambio fue la intervención de Madame Bouflleurs vieja amiga y admiradora de Hume-.

La acogida que recibió Hume en París, por personas de todo rango y condición, fue abrumadora en claro contraste con la que recibía en su país natal hasta el punto de que pensó seriamente en quedarse a vivir allí el resto de sus días.

Mientras tanto en 1764 la Investigación sobre la mente humana de Thomas Reid que era la primera obra que criticaba el pensamiento de Hume en clave filosófica.
En julio de 1765 fue nombrado secretario de embajada con unos honorarios altísimos y en ese mismo verano Lord Hertford abandonó París al ser nombrado Lord Gobernador de Irlanda. Desempeñó, hasta la llegada del Duque de Richmond a finales de ese año, el puesto de encargado de negocios.

A comienzos de 1766 abandonó París acompañado de Rousseau que empezaba a ser perseguido en Francia tras la publicación de su obra Emilio o de la educación. (Aquí comenzó una tumultuosa amistad que culminó en una profunda enemistad entre los dos pensadores).
Permaneció en Londres hasta septiembre de ese mismo año ya que tenía intención del volver a París pero sus conflictos con Rousseau se agravaron y se trasladó a Edimburgo. La acogida que tuvo allí y los temores de que sus conflictos con Rousseau mermaran la buena reputación que tenía en Francia, le hicieron desistir de su regreso a dicho país.

En 1767 el señor Conway le ofreció el cargo de Subsecretario de Estado para el Departamento Septentrional cargo que se vio obligado a aceptar por sus relaciones con Lord Herdford y el de Conway. (Dicho departamento se ocupaba de los asuntos diplomáticos con los países situados al norte de Francia, incluida Rusia). Así, volvió a Londres que abandonaría de nuevo en 1769, ya que la dimisión de Conway ocurrida en 1768, le dejaba el camino expedito para abandonar un cargo que sólo había aceptado por compromiso. Sin embargo no abandonó el cargo hasta 1769 porque parece ser que quería conseguir una pensión del rey Jorge III y corregir la nueva edición de su Historia.

Así, regresó a Edimburgo en 1769 muy rico, bien de salud, con el deseo de disfrutar tranquilamente de sus bienes y con una reputación notable y en constante aumento.
Prueba de su reputación es que, sus paisanos, en tono de broma le llamaban S. David de Escocia. Durante este tiempo tuvo varias proposiciones de matrimonio y se cuenta que una de las damas, con la que Hume llegó pensar en casarse, Nancy Orde, escribió con tiza en la fachada se la casa de Hume: St. David Street. Parece ser, que desde entonces, la calle fue denominada de este modo.

En 1770 apareció otra de las obras críticas frente a Hume, la titulada Ensayo de la naturaleza y de la inmutabilidad de la verdad en oposición a la sofistería y al escepticismo de James Beattie. La importancia de esta obra no reside en las críticas de su autor, bastante burdas sino en que fue la fuente a través de la cuál Kant accedió al pensamiento de Hume, ya que ésta obra contiene multitud de citas del Tratado de la naturaleza humana.En 1772 Hume empezó a manifestar dolencias en el vientre. Muy pronto fue consciente de la gravedad de su enfermedad y de que ésta acabaría con su vida. Según, él nos confiesa, lo tomó con serenidad. Fue instado por sus amigos a ir a Londres a ser atendido por los mejores médicos, pero declinó dicha invitación.

En abril de 1776 viajó a Bath para ser tratado. Pero la disparidad de opiniones de los médicos que visitó acerca de la causa de su malestar, que se había agravado con una diarrea que duraba ya dos años, y que le debilitaba progresivamente así como que las aguas de Bath agravaron su estado de salud, en vez de mejorarlo, le decidieron a volver a Edimburgo.
Allí, se fue debilitando progresivamente muriendo el 25 de agosto de 1776


 

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