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Plan de viaje > Guillermo de Ockam

San Agustín I Santo Tomás de Aquino I Guillermo de Ockam I Maquiavelo I
 

Con su negación de la metafísica y la reducción de la gnoseología a la simple doctrina del conocimiento intuitivo intelectual de lo singular, Ockham instauró una nueva manera de hacer filosofía que proporcionó las premisas para la corriente sensitivo-empirista, y para la renovación del pensamiento científico que se produjo en la Edad Media. La influencia del pensamiento de Ockham fue decisiva y fundamental para los autores del siglo XIV, y dio pie, por un lado, a la emancipación de la filosofía con respecto a la teología y, por otro, al escepticismo filosófico que habría de encarnar en mentes renacentistas y modernas.

En un análisis comparativo con respecto al pensamiento de sus predecesores, examinaremos algunas de las más relevantes tesis ockhamistas:

. Ya en la doctrina sobre el origen y valor de nuestro conocimiento se manifiesta a través de Ockham una nueva época. La distinción entre conocimiento intuitivo y conocimiento abstractivo de que se había servido Duns Escoto como fundamento para su teoría metafísica de la substancia, sirve a Ockham como formulación de su doctrina de la experiencia. Ockham afirma que caben dos formas de conocimiento: la intuición intelectual (no se refiere únicamente a la sensitiva) y el conocimiento abstractivo. El conocimiento intuitivo perfecto, el que es el principio del arte y de la ciencia, es la experiencia, que tiene siempre por objeto una realidad actual y presente.

. El conocimiento intuitivo es aquel mediante el cual se conoce con toda evidencia si la cosa existe o no, y que permite al entendimiento juzgar inmediatamente sobre la realidad o irrealidad del objeto. El conocimiento intuitivo, además, es aquel que hace conocer la inherencia de una cosa a otra, la distancia espacial y cualquier otra relación entre las cosas particulares. Del concepto mismo de conocimiento intuitivo, que implica una relación inmediata entre el sujeto que conoce y la realidad conocida, se deduce la negación de cualquier "species" que sirva de intermediaria del conocimiento.

. Conocido como "el príncipe de los nominalistas", Ockham niega la existencia de los universales; ni siquiera se trata de abstracciones. Sólo existe el singular, los individuos, que son captados por la intuición sensible de su realidad. Conocemos de modo directo, por la experiencia, en una visión inmediata de la realidad. Los términos generales sólo denotan las semejanzas que se advierten en los individuos. Al no darse más que el singular, los universales no pueden hallarse dentro de las cosas. Los universales se reducen, pues, a símbolos, a signos de las cosas. Ciertamente, a esta corriente de pensamiento se la denomina nominalismo o terminismo. Pero el nominalismo de Ockham no debe identificarse con el de Roscelino, simple flatus vocis, palabras vacías. Se trata más bien de un conceptualismo: reducción del universal al concepto aparecido en la mente. Para Ockham, los universales son términos (termini concepti) que significan cosas individuales y que las representan en las proposiciones.

. La posición que adoptará Ockham respecto al tema de la relación entre la razón y la fe supondrá no ya la distinción entre ambas y la concesión a cada una de un espacio particular de aplicación, como había defendido santo Tomás, sino su radical distinción e independencia. La filosofía no es una servidora de la teología, y ésta no es una ciencia sino un conjunto de proposiciones que se mantienen unidas gracias a la fuerza cohesiva de la fe, pero sin una coherencia racional. Así pues, Ockham considera que son inútiles y perjudiciales los intentos tomistas, de Buenaventura y escotistas de utilizar como intermediarios entre razón y fe diversos elementos aristotélicos o agustinianos, elaborando complejas estructuras metafísicas y gnoseológicas. El plano del saber racional (basado en la claridad y en la evidencia lógica) y el plano de la doctrina teológica (orientado hacia la moral y basado en la luminosa certidumbre de la fe) son independientes y no existe entre ellos ningún punto de convergencia o de intersección.

. Duns Escoto había admitido la posibilidad de demostrar la existencia de Dios por medio de la razón. Ockham, en cambio, niega esa posibilidad. El entendimiento humano por sí mismo no puede llegar a demostrar nada del dogma revelado, por la sencilla razón de que, al no poder tener un conocimiento intuitivo de Dios, tampoco puede tenerlo abstractivo. Al rechazar la unión entre fe y razón, Ockham niega también la teología natural.

. En metafísica Ockham defiende un concepto unívoco del ser. Ello significa que el "ser" puede predicarse de Dios y de las criaturas, pero no significa que Dios y las criaturas sean similares. Por el contrario, considera que son enteramente disimilares. Sin embargo, no ve ningún inconveniente en predicar "ser" de cosas no similares, ya que para él "ser" simplemente designa un concepto, y no una realidad de la que participen Dios y las criaturas.

. Ockham no se opone estrictamente a la concepción agustiniana de un mundo de esencias divinas. Sin embargo, mientras San Anselmo y los "realistas" tienden a considerar las ideas o esencias (o "universales") como estando primariamente en la mente divina, y Santo Tomás estima que constituyen la estructura inteligible que el alma aprehende por medio de la abstracción, Ockham prescinde totalmente de la realidad (metafísica o meramente conceptual) de las ideas o esencias. Dios no puede estar limitado por nada y las ideas o esencias, cualquiera que sea el modo como se conciban, representan una limitación. En este sentido, la afirmación de la omnipotencia divina constituye una clave fundamental en el pensamiento de Ockham.

. Ockham transformó la omnipotencia suprema de Dios en un instrumento que le sirvió para aniquilar las metafísicas del cosmos que habían cristalizado en las filosofías de inspiración aristotélica y neoplatónica. Dicha teoría acerca de la voluntad divina también la utilizó para solucionar el problema de los fundamentos de la ética. Dios quiere el bien, no porque el bien es bueno, sino al revés: el bien es bueno porque Dios lo quiere.

. Junto con Marsilio de Padua, Ockham es, en su tiempo, el mayor adversario de la supremacía del Papado. Pero mientras que Marsilio de Padua parte de la consideración de la naturaleza de los reinos y de los estados en general, para la solución del problema de las relaciones entre el Estado y la Iglesia, Ockham trata de reivindicar, contra el absolutismo papal, la necesidad de una reforma en las estructuras y propósitos de la Iglesia (una vuelta a la pobreza evangélica, sin ambiciones terrenas ni aspiraciones autoritarias), la libertad de la conciencia religiosa y de la investigación filosófica