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Marx: Síntesis

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1.- Marx y sus intérpretes

Abordar el pensamiento de Marx no resulta fácil y, sobre todo, debido a sus intérpretes.

La interpretación clásica de Marx (Engels, Lenin, Stalin, Plejánov, Kautsky, Mehring) que le considera, ante todo, como creador de una de las partes del sistema marxista, el materialismo histórico (HISTOMAT), junto con Engels, que sería el creador de la otra parte, el materialismo dialéctico (DIAMAT). El sistema marxista sería, pues, una interpretación en clave dialéctica y materialista de la realidad natural (DIAMAT) y de la historia (HISTOMAT). Es decir, de toda la realidad.

La interpretación revisionista de Marx (Bernstein, Bloch, Escuela de Frankfurt –Marcuse, Adorno, Horkheimer-, Lukács, Gramsci, etc.) que, aunque dentro de una gran variedad de análisis y posiciones, comenzó a insistir en que la interpretación clásica había adulterado y traicionado el pensamiento de Marx y en que había que recuperar al primer Marx, el Marx humanista.

Esta segunda interpretación empezó a hacerse “oficial” en el mundo occidental, dominado por el capitalismo, tras la Segunda Guerra Mundial al ver que las predicciones sostenidas por Marx acerca del derrumbe del capitalismo no se habían cumplido y el bienestar general de los países capitalistas y del proletariado, que en muchos casos estaba desapareciendo, iba en aumento. Al mismo tiempo aparecían problemas nuevos, consecuencia de la creciente tecnificación que aumentaba la alienación del hombre hasta niveles insospechados.

Al tiempo, empezaron al circular los Manuscritos de Economía y Filosofía de 1844 que se centraban fundamentalmente en la crítica a la alienación y que sirvieron a los revisionistas para reclamar la presencia del Marx humanista de la crítica a la alienación frente al del Marx científico del materialismo histórico defendido como el auténtico por la interpretación clásica: El primero insistía en la capacidad libre del ser humano, el segundo, por el contrario, en un absoluto determinismo, de corte histórico. El primero, no hablaba de “lucha de clases” (violencia); para el segundo, “la lucha de clases era el motor de la historia”.

Así, pues, nos encontramos escindidos entre dos Marx. Pero, ¿realmente hubo dos Marx? ¿Se puede hablar de un Marx humanista y de un Marx científico?

No vamos a intentar aquí resolver tan compleja cuestión. Por eso, nuestra exposición intentará respetar –en la medida de lo posible- las dos interpretaciones.

Consecuentemente, la dividiremos en dos grandes partes: Marx, crítico de las alienaciones y Marx, materialista histórico. Pero con matices, ya que:

  • Para entender completamente la crítica a las alienaciones, sin caer en el espejismo crítico de los filósofos de la izquierda hegeliana que como él dice –en la XI Tesis sobre Feuerbach de 1845- se han limitado a criticar el mundo pero de lo que se trata es de transformarlo, debemos hacer referencia a textos y asuntos que según los marxistas humanistas pertenecerían al Marx científico. Si no lo hacemos, nos parece que la crítica a la alienación sería incomprensible y, más aún, contraria al espíritu teórico-práctico del pensamiento de Marx.
  • Nuestra segunda parte será extremadamente más breve ya que aludiremos en ella, o al menos lo intentaremos, a aquellas ideas que no hayan sido referidas en la primera parte. Pero, aquí, de nuevo asumiremos que el materialismo histórico se ha ido desarrollando desde las primeras obras de Marx (Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, La cuestión judía, La sagrada familia, La ideología alemana) de forma que aludir a un Marx simplemente humanista nos parece difícilmente justificable desde la propia obra de Marx, amén de su vida. Más bien, el Marx humanista y el Marx científico constituyen un único Marx que, como todo pensador, va elaborando su pensamiento de forma gradual. De modo que no se puede entender plenamente al Marx humanista sin recurrir al científico, ni al científico sin el humanista.

 

2. Marx, crítico de las alienaciones

 

2.1. La situación del trabajador: la alienación.

Karl Marx parte de un hecho: el trabajo ya no se hace por la necesidad de apropiarse, junto a los demás hombres, de la naturaleza exterior. (Para Marx el hombre puede vivir humanamente, hacerse en cuanto hombre, si humaniza la naturaleza de acuerdo con sus necesidades e ideas, junto con los demás hombres. El trabajo social sirve para distinguir al hombre del animal: el hombre puede transformar la naturaleza, objetivarse en ella. Humanizarla. Convertirla en su propio cuerpo inorgánico).

Ya no se realiza por la necesidad de objetivar la propia humanidad, las propias ideas y proyectos, en la materia prima.

El hombre trabaja por pura subsistencia.

La propiedad privada, basada en la división del trabajo (distinción patrono-obrero), convierte el trabajo en obligatorio.

El obrero, al no poseer los medios de producción, no se reconoce en el producto de su trabajo arrancándosele así su creatividad y su humanidad.

El obrero, pues, se aliena en el trabajo.

¿En qué consiste, por tanto, la alienación en el trabajo?

Consiste "... en que el trabajo es externo  al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio  para satisfacer las necesidades fuera del trabajo" –según nos refiere en los Manuscritos de Economía y Filosofía de 1844.

La alienación  hace que el obrero se vuelva  más pobre cuanto más crece su producción convirtiéndose en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce.

La alienación del trabajador en el producto de su trabajo no solo significa que su trabajo se convierte en un objeto extraño e independiente de él sino en un poder independiente frente a él en el que no se puede reconocer y que le esclaviza, le aliena.

Así pues, tendríamos que decir que el concepto de alienación para Marx es un concepto eminentemente negativo e innecesario.

La alienación es la pérdida de sí mismo. La expropiación. La escisión de sí. La conversión en cosa del hombre.

 

2.2. La aceptación del "status quo": la ideología.

Ahora bien, ¿por qué el hombre -trabajador- ha aceptado, se ha resignado, durante tanto tiempo a tal situación?

Porque la clase dominante -el capitalista, la burguesía- ha generado ciertas ideas que la sociedad cree ser verdaderas. Estas ideas le sirven a la clase dominante para enmascarar sus propios propósitos y, en definitiva, para ocultar la realidad social.

A estas ideas Marx las denomina ideología.

¿Cómo podemos, por tanto, definir la ideología?

Es un conjunto de ideas que son puras abstracciones; es decir, que no hacen referencia a una realidad realmente existente ya que la clase dominante lo ha construido con el propósito de dar una interpretación falsa de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de la clase dominada.

¿Qué ideas constituyen la ideología?

Fundamentalmente cinco: religiosas, filosóficas, políticas, sociales y económicas.

Así pues, hay cinco tipos de alienación: religiosa, filosófica, política, social y económica.

 

2.3. La crítica de la alienación: teoría y praxis.

Marx tiene claro que la situación alienada del hombre no es natural sino histórica.

Por tanto, se impone una doble tarea:

1. Teórica: Estudio y conocimiento de la estructura socio-económica.

2. Práctica: Transformación de la realidad social.

Hay que entender que para Marx hay una unidad indisoluble entre teoría y praxis. La verdad se hace en la práctica. Por lo tanto hay que anular la distinción teoría-praxis.

La praxis será la auténtica crítica (superación) de la realidad histórica en la que se encuentra inmerso el trabajador.

Si identificamos crítica y superación es porque Marx es hegeliano. Por tanto, la praxis es dialéctica (lucha de contrarios que termina en la superación de ellos). Más adelante la llamará revolución.

Ahora bien, ¿cómo se va a proceder a esta crítica de los distintos tipos de alienación? ¿En qué orden?

La económica (propiedad privada) hace posible la social (división de la sociedad en clases); la social posibilita la política (existencia de un Estado por encima de la sociedad); la política hace posible la filosófica (justificación teórica del status mantenido por el Estado: resolución "ideal" de problemas "reales") y la alienación filosófica llega a su colmo en la religiosa (pretender la solución de problemas reales acudiendo a un más allá y a un Ser Supremo).

Según esto, la infraestructura del mundo es lo económico (la producción y el consumo de bienes materiales). Todo lo demás es superestructura (ideología) producida por una infraestructura deficiente.

De ahí que Marx piense que una vez suprimida definitivamente la propiedad privada no habrá necesidad alguna del Derecho, del Estado, de la Filosofía y de la Religión.

Sin embargo la crítica ha de recorrer el camino inverso: empezar por la Religión y acabar en la Economía.

 

2.4. Crítica de la alienación religiosa: La religión como "opio del  pueblo".

Marx asume la crítica a la religión hecha por Feuerbach: la religión es una sublimación, una proyección del hombre. (La idea de Dios –y, en consecuencia, la religión- ha sido creada por el ser humano como un ideal que debe seguir; pero lo ha hecho tan grande e inalcanzable que se ha vuelto contra él y, en vez de ayudarle a crecer, le ha empequeñecido, le ha esclavizado. Ésta es la tesis de Feuerbach).

Pero su crítica, aunque parta de la de Feuerbach, va más allá. La religión ha de ser explicada desde su "base terrenal". Desde aquello que la ha hecho posible: la situación real de miseria y desgarramiento social que vive el trabajador (proletario).

Así lo expresa Marx en un famoso texto de su obra Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel:

"La miseria religiosa, es por un lado, la expresión de la miseria real, y por otro, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, la conciencia de un mundo sin corazón, así como ella misma es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo".

¿Qué quiere decir?

Ni más ni menos que la religión es una ideología que legitima la situación real y miserable del hombre. La religión ha introducido el concepto de resignación prometiendo el premio en el más allá. Ha "adormecido" la conciencia del trabajador. Es el opio del pueblo.

Por tanto, la lucha contra la religión es necesaria. Porque es la lucha contra aquel mundo de opresión que quiere ocultar.

Esa lucha no sólo es necesaria sino la primera porque la crítica de la religión es la condición de toda crítica.

¿Qué subyace detrás de esta afirmación?

Marx piensa que el reconocimiento de Dios -y de la religión- impide considerar la privación económica como la máxima miseria humana; impiden reducirlo todo a economía (materialismo). Crea la certeza de bienes espirituales como la inmortalidad o la felicidad eterna, no dejando que el hombre sea plenamente consciente de su insatisfacción terrena.

No debemos perder de vista que la crítica marxista a la religión no es meramente teórica -como la de Feuerbach y la izquierda hegeliana- sino práctica. Hay que hacerla desaparecer de la cabeza y del corazón de los hombres.

Podríamos decir que Marx pretende transformar dialécticamente el ateísmo negativo (es necesario negar a Dios para afirmar al hombre) en ateísmo positivo: la idea de Dios debe desaparecer.

 

2.5. La crítica a la alienación filosófica: La crítica a la filosofía idealista (hegeliana).

Recordemos, como ya dijimos antes, que Marx es un hegeliano. Por tanto, su referente siempre que habla de Filosofía es la filosofía hegeliana bien en su versión "ortodoxa" (derecha hegeliana) o "heterodoxa" (izquierda hegeliana).

Marx acusa a toda la filosofía hegeliana de no realizar aquella que es su principal pretensión: la construcción de la historia. Sólo se ha quedado en imaginación especulativa, en contemplación de una historia ya realizada. Se ha limitado a interpretar el mundo.

Feuerbach ha sido el primero en tomar una postura adecuada. Había visto que la filosofía es una alienación por consistir en imaginar soluciones a problemas reales.

Ha probado que la vieja filosofía no es más que religión traducida en pensamientos y desarrollada con el pensamiento. En el fondo,  otro modo de alienación del ser humano que igualmente hay que condenar.

Pero la filosofía hay que superarla: suprimirla realizándola. La filosofía para Marx no debe ser ya conocimiento de la realidad sino construcción.

Por tanto el problema de la verdad objetiva -eterno problema de la filosofía- ya no es un problema teórico sino práctico.

La teoría queda superada -asumida- por la praxis. Esto quiere decir que la filosofía se reduce a construir, a técnica.

(Recordemos que el punto de partida de Marx es el materialismo. La construcción será siempre sobre condiciones materiales. Queda, por tanto, desechada toda metafísica -no hay más realidad que el hombre, su hacer y su vida sensible- y por tanto tampoco ninguna moral –al menos objetivista, aunque quizás, sí podamos hablar de ética utilitarista-).

La filosofía es práctica. Y la práctica se realiza en la revolución.

 

2.6. La crítica a la alienación política: la crítica al Estado.

El siguiente obstáculo que superar por medio de la supresión es el Estado político.

Para Marx el Estado es una alienación de la sociedad civil. Es una parte de esa sociedad, la autoridad política y sus instituciones, que se separa, se pone por encima y en contra de ella. Supone una ruptura de la unidad de la humanidad.

La alienación política se refleja en la situación humana caracterizada por la escisión entre vida civil, en la que el hombre es elemento del mundo social, y vida política, en la que se le considera como súbdito del Estado.

Por eso la separación de vida civil y vida política debe ser suprimida y construirse su unidad.

Debe recuperarse la unidad haciendo desaparecer al Estado que no es otra cosa que "una fuerza de la clase más poderosa..., un organismo para proteger a la clase que posee contra la desposeída..., una máquina esencialmente destinada a tener a raya a la clase reprimida y explotada". (Son palabras de Engels en El origen de la familia, la propiedad y el Estado).

Así, "la sociedad que organizará de nuevo la producción sobre las bases de una asociación libre e igualitaria de los productores transportará toda la máquina del Estado allí donde, desde entonces, le corresponde tener su puesto: al museo de antigüedades, junto al torno de hilar y junto al hacha de bronce". (De nuevo Engels en la misma obra).

 

2.7. La crítica a la alienación social: la lucha de clases.

La superación de la alienación política está íntimamente unida a la superación de la alienación social.

¿En qué consiste la alienación social?

Es la oposición entre la apariencia de una sociedad universal y el hecho de la división en clases (cada individuo es miembro de una clase).

¿Qué entiende Marx por clase social?

A lo largo de sus obras no se encuentra una definición precisa pero podríamos decir –utilizando la definición de Lenin en su discurso de 1919 “La gran iniciativa”- que son "grupos particulares que contienen un número indeterminado de individuos por razón de su situación en el proceso de producción".

Los hombres se identifican con su clase. Pero la clase aliena al hombre porque sólo representa una parte de lo que es en cuanto hombre. La otra parte pertenece a la otra clase.

Marx piensa que el número de clases ha variado a lo largo de la historia pero nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo de las demás por haber simplificado los antagonismos de clase. Toda la sociedad actual se divide cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos clases directamente opuestas una a otra: burguesía y proletariado.

El sistema de producción que ha propiciado esta división de clases es el capitalismo.

En este sistema cuanto más crece el capital, más crece el proletariado. Hace falta que crezca más y más de forma que el proletariado pueda tomar entidad (conciencia de clase) y así, ir radicalizando su oposición a la burguesía hasta que estalle la revolución política y social abatiendo de esta forma a la burguesía y eliminando las clases. En esto consiste la lucha de clases que para el pensamiento marxista es el motor de la historia.

La misión del programa revolucionario marxista es fomentar la conciencia de clase acelerando así el proceso histórico.

Pero, ¿puede una revolución política y social además de eliminar la alienación social, asegurar que no vuelva a producirse?

Marx responde negativamente. Sólo quedará garantizado si se destruye otra alienación más profunda, que es la causa de la ruptura y oposición de la sociedad en clases: la alienación económica que es el resultado de la propiedad privada.

 

2.8. La crítica de la alienación económica: la abolición de la propiedad privada.

Marx recoge de la escuela clásica de economía (Adam Smith y David Ricardo) la distinción entre valor de uso y valor de cambio.

También para él el valor (de cambio) de una mercancía depende exclusivamente del trabajo humano necesario para producirla.

Se prescinde del valor de uso. Es decir, de todas las características materiales, formas, etc. de la mercancía y, por tanto, también del trabajo concreto que la ha producido (que haya sido manufacturada o hecha a máquina...).

Lo que queda es unsimple coágulo de trabajo humano indistinto, es decir, de empleo de la fuerza humana del trabajo, sin atender para nada a la forma en que esta fuerza se emplee. Estos objetos sólo nos dicen que en su producción se ha invertido fuerza humana de trabajo, se ha acumulado el trabajo humano.

El valor (de cambio) es trabajo abstracto acumulado.

Por eso, sólo puede ser medido por el tiempo. La medida del valor de una mercancía es entonces la cantidad de tiempo socialmente necesario para su producción.

Por tanto, no es lo mismo valor que riqueza: al aumentar la productividad del trabajo aumenta la riqueza, pero disminuye el valor de esa riqueza, por haberse producido en menos tiempo.

En el sistema capitalista, basado en la propiedad y el libre intercambio individual, el precio de una misma mercancía puede variar, cuando su valor (trabajo acumulado) es fijo; incluso tiene precio lo que no tiene valor. El precio no es más que la expresión monetaria del valor de cambio. Resulta, por tanto, una contradicción: el precio debería ser fijo y no lo es.

Aquí descubre Marx el misterio del capitalismo y las bases para predecir científicamente su desaparición.

 

Ese misterio está en el concepto de plusvalía.

Para explicar el concepto de plusvalía hay que hacer referencia a las formas de circulación de mercancías. Marx entiende que  en el sistema capitalista hay dos formas:

  1. Mercancía-Dinero-Mercancía. Es decir, transformación de la mercancía en dinero y éste nuevamente en mercancía. Vender para comprar.
  1. Dinero-Mercancía-Dinero. Transformación del dinero en mercancía y ésta en dinero. Comprar para vender.

La diferencia entre ambos es clara:

En M-D-M el cambio está dirigido hacia el valor de uso, al consumo de la mercancía.

En D-M-D el cambio está dirigido hacia el valor de cambio.

En el primero la utilidad es evidente pero en el segundo sólo tiene sentido si el Dinero que aparece en segundo lugar es mayor que el primero. Es decir, si hay un incremento de valor. A este incremento se le llama plusvalía.

Pero, ¿cómo se produce este incremento de valor?

Desde luego no se trata simplemente de vender la mercancía por más dinero del que se ha comprado: con eso un comerciante puede enriquecerse pero la suma total de los valores en circulación permanece inalterada; simplemente se ha modificado su distribución pero no se ha creado valor.

Tampoco puede producirse fuera de la circulación de mercancías, pues en ese caso el poseedor de una mercancía puede añadirle valor con su trabajo, pero no hacer que la misma mercancía cree valor. (Es lógico, ya que la creación de valor sólo puede darse dentro del sistema de intercambio. Dentro del sistema productivo).

Para poder incrementarse el valor de la mercancía hace falta que dentro del mercado se descubra una mercancía cuyo valor de uso sea fuente de valor. El poseedor de dinero encuentra dentro del mercado (sistema) esa mercancía. Esta es la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo.

Cuando el trabajo humano es una mercancía (obreros asalariados) al trabajo se le atribuye un valor de cambio, un precio: el salario.

Como el obrero no tiene más que su fuerza de trabajo, si no quiere morir de hambre, ha de aceptar el salario impuesto por el capitalista, que tiende a ser el mínimo. Es decir, aquél que le puede asegurar la subsistencia ("el valor de los medios de vida físicamente indispensables" –como los denominará en El Capital).

Así se desvela el misterio. El poseedor de dinero (capitalista) compra la mercancía fuerza de trabajo por su valor (salario), pero al apropiarse del valor de uso de esa mercancía, resulta una mercancía de mayor valor, ya que basta una parte de la jornada de trabajo para que el obrero produzca el valor equivalente al salario recibido. El resto de la jornada de trabajo (trabajo excedente) sigue produciendo un valor que va todo él al capitalista. Esto es la plusvalía.

La fórmula de la composición del capital, según Marx es la siguiente:

 c+v  que produce  c+v+p

Donde:

c: capital constante. El invertido en los medios de producción.

v: capital variable. El invertido en salarios.

p: plusvalía.

Marx considera que la plusvalía sólo es producida por el consumo del capital variable (salario). Así la cuota de plusvalía se obtiene de dividir la plusvalía (la ganancia del capitalista) entre el capital variable (los salarios): (p/v).

La cuota de plusvalía es la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, o del obrero por el capitalista.

Es decir, el enriquecimiento del capitalista es tanto mayor cuanto mayor es la explotación del obrero. Esta es la ley científica que le permite demostrar su teoría: El obrero se empobrece cuanto más riqueza produce.

Pero aquí, en su propia ley, el capitalismo encierra su propia muerte.

El capital, por su misma estructura -dirigida a añadirse continuamente plusvalía-, tiende necesariamente a acumularse, de modo que cada vez dispone de más dinero para invertir en fuerza de trabajo. Al mismo tiempo, la competencia, que no es más que una guerra abierta entre capitalistas, hará que el capital tienda a concentrarse cada vez en menos manos, de modo que el número de capitalistas disminuirá progresivamente pasando éstos a engrosar las filas del proletariado.

Llegará un momento en que la necesidad de comprar trabajo exceda la oferta del mismo. Eso llevará a un aumento de los salarios. Pero al aumentar los salarios, aumenta el poder del proletariado. (Ese aumento de poder no supone más que el aumento de la conciencia de miseria. Es decir, Marx jamás pensaba que el capitalismo pudiera producir una clase media acomodada que fuera la máxima defensora del propio sistema).

Nuestro pensador lo expresa claramente en el siguiente texto de El Capital que nos vemos obligados a recoger:

"Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan este proceso de transformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, de la esclavización, de la degeneración, de la explotación, pero crece también la rebeldía de la clase obrera, cada vez más numerosa y más disciplinada, más unida y más organizada por el mecanismo del mismo proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en el grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto que se hacen incompatibles con su estructura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados".

Así, se llega a la abolición de la propiedad privada, base del capitalismo, constituida sobre la división del trabajo, ésta es sustituida por una propiedad común que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad basada en la cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio trabajo.

Llegamos al fin de la alienación económica. El fin de ésta acaba con su origen, el sistema capitalista, y con su manifestación más ostentosa, la propiedad privada.

 

3.  Marx,  materialista histórico

Marx no publicó nunca una exposición sistemática del denominado materialismo histórico. Entre los años 1843-1848 aparece enunciado a lo largo de toda su obra, pero de forma fragmentaria. Será en Contribución a la crítica de la Economía Política (1859) donde será brevemente expuesto. En sus obras posteriores lo dará por supuesto.

Nunca lo consideró como un sistema filosófico sino como un método práctico de análisis social e histórico que debería servir de base para la estrategia política. Así lo recuerda Engels en su obra Del socialismo utópico al socialismo científico al insistir en que el propósito último del materialismo histórico es buscar cuáles son las causas finales y las fuerzas propulsoras de todo el devenir histórico.

 

3.1. Principios fundamentales 

Pero, ¿cuáles son los principios sobre los que se sustenta este método?

  1. Apoyándose en Hegel, Marx afirma que el primer principio es que la historia es un proceso de avance continuo en el que no se admiten retrocesos y que este proceso es debido a la existencia de leyes que pueden ser descubiertas y comprendidas por el ser humano.
  1. Ahora bien, tales leyes, son de naturaleza científica. Es decir, se basan en hechos empíricos (observables).
  1. Estos principios deben situarse en el contorno social, en lo que Hegel llamó sociedad civil. Es decir, en el conjunto de interrelaciones que se dan entre todos los componentes del tejido social.
  1. La sociedad civil se encuentra inmersa en un conflicto continuo producido por fuerzas socioeconómicas –idea tomada de Saint-Simon y Fourier- ya que en el fondo, todas las interrelaciones sociales son económicas. Así, las relaciones económicas son la infraestructura o base del cuerpo social; y todo aquello que intenta ocultar dichas relaciones económicas, reinterpretándolas en otras claves (religiosas, filosóficas, políticas, sociales, culturales), constituye la superestructura o ideología que intenta negar el conflicto y adulterar la realidad para beneficio de la clase dominante.
  1. El conflicto consiste en la lucha de clases. (Dialéctica social). Fiel al esquema dialéctico hegeliano, la historia avanza por la oposición y lucha de contrarios. Así, hay dos clases contrarias que luchan entre sí, la dominante y la dominada. En la época moderna, la burguesía y el proletariado. Esta lucha es necesaria, inexcusable e inevitable: La lucha de clases es el motor de la historia.
  1. El objeto de la lucha de clases es la consecución del desarrollo de todas las potencialidades del ser humano mediante el trabajo. (Concepción materialista economicista: La sociedad tiene su origen en las relaciones que los hombres establecen para satisfacer mejor sus necesidades naturales –relaciones puramente económicas-; y son estas relaciones las que condicionan también el desarrollo de la sociedad).

Aquí hay que hacer una aclaración: Cuando Marx habla del ser humano, lo hace de forma genérica. La esencia del ser humano es esencia social y los individuos lo son desde aquí. Así lo expresa él mismo en el “Prefacio” de su obra de 1859 Contribución a la crítica de la Economía Política: “No es la conciencia de los hombres lo que determina su propio ser, sino que, por el contrario, el ser social de los hombres es lo que determinan la conciencia de éstos”. (Esta idea ya era mantenida desde sus primeras obras. Así, en la VI Tesis sobre Feuerbach de 1845 afirma: “... la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”).

  1. Este proceso es irremediable (determinismo histórico), lo único que puede hacer el hombre –la humanidad social- es adelantarlo o retrasarlo. De ahí que haya que conocer de forma científica las leyes históricas para contribuir a adelantar su cumplimiento mediante la revolución.

 

3.2. Acerca del trabajo 

Los  fundamentos de la sociedad humana se encuentran en la relación que establece la humanidad social –el hombre- con la naturaleza mediante el trabajo. El trabajo es una pura relación económica (intercambio de energías materiales) entre el hombre y la naturaleza. Aquél modifica la materia prima que le aporta la naturaleza mediante su fuerza de trabajo dando lugar a un nuevo producto, el producto elaborado, que supone un perfeccionamiento de la naturaleza. A su vez, él mismo se reconoce en el producto de su trabajo, trabajo social que no individual, y se humaniza –se cohesiona el cuerpo social.

Por tanto, han sido la producción  mediante el trabajo y el intercambio de productos los que han creado las relaciones originarias y básicas entre los hombres. Relaciones que en un primitivo “estado de naturaleza” funcionaban adecuadamente y que luego se han pervertido llegando a la situación actual de alienación del proletariado por la clase capitalista (burguesía).

Podríamos definir, por tanto, el trabajo como actividad práctica, praxis productiva, que produce dos tipos de relaciones:

  1. Con la naturaleza, mediante los elementos que intervienen activa y directamente en el proceso productivo o fuerzas de productividad. En la situación primera, la humanidad, toda la sociedad; en la actual, sólo una parte, el proletariado.
  1. De unos hombres con otros, mediante las relaciones o circunstancias de producción. Éstas no son más que las relaciones que establecen los hombres entre sí con respecto a la materia prima y los instrumentos de trabajo y, en consecuencia, con respecto al producto del trabajo. Esta relación consiste, fundamentalmente, en  la  propiedad. Dicha propiedad puede ser privada, como en el sistema capitalista y, en consecuencia, estar en manos de unos pocos, o puede ser común y pertenecer al todo el cuerpo social.

Las fuerzas de productividad  y las relaciones o circunstancias de producción  constituyen la infraestructura o base de la sociedad. Es decir, el misterio del ser humano y de la naturaleza es relación puramente económica, de intercambio.

La perversión de la relación originaria ha dado lugar a una superestructura que está constituida por los elementos religiosos filosóficos, políticos, sociales que la propia base pervertida origina para ocultar y justificar su propia situación económica pervertida.

La raíz de los cambios en la superestructura son las transformaciones económicas que tienen lugar en la base de la sociedad. Estas transformaciones se dan cuando las fuerzas de productividad entran en contradicción con el sistema de relaciones o circunstancias de producción. Así, el dinamismo de la economía es el determinante de la marcha de la historia.

En definitiva, Marx considera que el trabajo es el elemento fundamental de su doctrina social e histórica. Trabajo que hay que entenderlo como lucha dialéctica entre el hombre y la naturaleza, no olvidemos que Marx era hegeliano. Trabajo que ha sido pervertido a lo largo de toda la historia de la humanidad y llegado a su colmo en la situación de la sociedad capitalista en la que en vez de unir a los hombres, los divide y en vez de liberarlos, los esclaviza.

 

3.3. Las etapas históricas y el advenimiento del comunismo

La historia de la humanidad parte del colectivismo primitivo, que ya hemos explicado, en el que las relaciones de producción eran las adecuadas: propiedad común. Pero dichas relaciones se pervirtieron en el devenir histórico dando lugar a las siguientes etapas: esclavitud –en la Antigüedad-, feudalismo –Edad Media- y capitalismo –Edad Moderna y Contemporánea-.

Todas estas etapas están fundadas sobre la propiedad privada como relación de producción y han dividido el cuerpo social básicamente en dos clases, la de los poseedores y la de los desposeídos. La de los explotadores y la de los explotados.

Estas clases, en conflicto permanente, han luchado unas contra otras dando lugar al paso a la etapa histórica siguiente de forma sucesiva.

Y esa lucha de clases hará que la etapa capitalista desemboque necesariamente en el régimen socialista (comunismo) en el que se restaurará la situación originaria.

Marx pensaba que el paso del capitalismo al socialismo debería ser gradual.

En primer lugar, había que hacer la revolución. En un principio pensaba que dicha revolución se haría por parte del proletariado debido a que el capitalismo agravaría sucesivamente las condiciones de éste. Más tarde, matizó esta opinión porque le parecía que la clase proletaria no terminaba de tomar conciencia de su situación y, por lo tanto, no estaba lo suficientemente preparada. En consecuencia, pensó que la revolución debería ser organizada por los comunistas que eran la avanzadilla del proletariado.

Esa élite debería derrocar, por las armas, el poder establecido, dando un golpe de Estado y asumir el poder para instaurar una dictadura del proletariado.

La dictadura del proletariado constituiría un gobierno de “revolución permanente” formado por esa élite política, intelectual y legislativa del proletariado –los comunistas- cuya misión sería abolir las clases –extinguir a la burguesía y a todas sus instituciones- y, sobre todo, la conciencia de clase –fomentada antes para adelantar la producción de la revolución- ya que, tras largos años de dominación del proletariado por la burguesía, la inmensa mayoría de la masa proletaria o bien se contentaba con su situación o soñaba con ser “capitalista”.

En la Crítica del programa de Gotha establece, frente a Lasalle, que el objetivo de la dictadura del proletariado no es el establecimiento del “reino del igualitarismo” –idea burguesa- sino en establecer “igual derecho para personas no iguales”. Para ello, se eliminaría la propiedad privada pero se tendrían que repartir los frutos del trabajo conforme al trabajo realizado. Evidentemente, esto produciría conflictos. Pero en esta primera fase hay que ir acostumbrando a los hombres a que trabajen desinteresadamente y sin necesidad de leyes. Objetivo que no se puede conseguir de la noche a la mañana. Es necesario un proceso.

Además, la dictadura del proletariado debería imponer de forma autoritaria medidas de este tipo:

  1. Expropiación de la propiedad inmobiliaria, y utilización de la renta inmobiliaria para los gastos del Estado.
  2. Imposición fuertemente progresiva.
  3. Abolición del derecho de herencia.
  4. Confiscación de la propiedad de todos los exiliados y rebeldes.
  5. Centralización del crédito en poder del Estado, mediante una banca oficial con capital del Estado y su monopolio exclusivo.
  6. Centralización en poder del Estado de todos los medios de transporte.
  7. Incremento de la fábricas estatales, de los instrumentos de producción, roturación y mejora de las tierras de acuerdo con un plan colectivo.
  8. Obligación igualitaria de trabajo para todos; formación  de ejércitos industriales, especialmente para la agricultura.
  9. Unificación de la práctica de la agricultura y de la industria, medidas adecuadas para eliminar gradualmente el antagonismo entre la ciudad y el campo.
  10. Instrucción pública y gratuita de todos los niños; eliminación del trabajo de los niños en las fábricas, en su forma actual; combinación de la instrucción con la producción material (trabajo), y así sucesivamente.

 

En el fondo, la dictadura del proletariado –al ser otra forma de Estado- debería constituirse en  órgano de opresión con la misión de acometer, en palabras de Engels en la Carta a Bebel de marzo de 1875, “el aplastamiento de sus adversarios”.

(Tras los sucesos de 1848 volvió a matizar su posición llegando a la conclusión de que para que tal alzamiento armado se mantuviese y la dictadura del proletariado fuera eficaz, era necesaria una labor larga y seria entre el proletariado para que éste tomase conciencia de su situación y de su destino. Esto haría que la revolución se retrasase, pero era una labor necesaria, imprescindible).

Este proceso largo y costoso daría lugar al paso subsiguiente: el socialismo estatal, en el que todavía el Estado seria necesario pero ya la masa proletaria iría tomando progresivamente mayor protagonismo hasta que el Estado y todos los residuos de la burguesía desaparecieran totalmente, restaurándose así la situación originaria. Habríamos llegado, al fin –y según Marx llegaremos inexorablemente-, al comunismo, al retorno pleno y consciente del hombre a sí mismo, como hombre social, como hombre humano.

 

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