A mediados del siglo XIX aparece la cuestión de la mujer, es decir, la mujer aparece por vez primera como un problema social como consecuencia de la Revolución Industrial, que había acabado con la familia tradicional. Antes, las amas de casa estaban sometidas al hombre, pero llevaban el peso de un gran número de actividades: hacían conservas, salaban pescado, confeccionaban la ropa de la familia, cuidaban la huerta y los animales, fabricaban jabón y velas, cuidaban de la salud de toda la familia. La Revolución Industrial, poco a poco, le quitó todas estas atribuciones: el jabón se compraba en las tiendas, la salud pasa a manos de los médicos, la población vive en las ciudades. La mujer se quedó sin un lugar propio en ese mundo.
Fueron tiempos muy duros para las mujeres: las de clase baja se reventaban en turnos fabriles de dieciséis horas, y además habían de parir y llevar el hogar. Las de clase media y alta quedaban atrapadas en una jaula de oro. Esto explica, por ejemplo, la proliferación de la clorosis, nombre antiguo de la anemia, entre las mujeres de la segunda mitad del XIX, fruta de la insana moda del corsé, de los encierros en el propio hogar y de la falta de perspectivas vitales.
A partir de Rosa Montero. Historia de mujeres (Alfaguara, 1995).