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3. El largo camino hacia los derechos humanos |
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Actualmente podemos comprender la importante diferencia que
existe entre la ley y la moral. Sin embargo, esta distinción básica sólo comenzó a entenderse
claramente a partir de la Edad Moderna, gracias a la obra de pensadores como Hugo Grocio.
En su obra "Sobre el derecho de la guerra y de la paz", publicada en el siglo XVII,
Grocio explicaba su visión acerca de las leyes internacionales que deben regular las
relaciones entre los distintos países. Para Grocio, estas leyes están basadas en el
funcionamiento de la naturaleza humana, y pueden conocerse empleando adecuadamente la razón.
Por este motivo, según Grocio, las leyes naturales seguirían siendo válidas incluso si Dios
no existiese.
El pensamiento de Grocio es muy importante, porque por
primera vez estableció claramente que el origen de las leyes debe encontrarse en la
naturaleza humana y en la razón, más que en fundamentaciones religiosas. Grocio es un
filósofo iusnaturalista, porque creía que existen ciertas leyes naturales que la razón
humana puede conocer.
El iusnaturalismo es la teoría según la cual existe una ley natural común a todos los hombres.
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El filósofo inglés John Locke también creía en la existencia
de leyes naturales. Según Locke, todos los seres humanos tenemos por naturaleza una serie
de derechos por el simple hecho de ser personas. Entre otros, Locke mencionaba el derecho
natural de todos los seres humanos a la vida, a la libertad y a la propiedad. Locke lo
expresaba con estas palabras: "El estado de naturaleza tiene una ley que lo gobierna y
que obliga a todos; y la razón, que es esa ley, enseña a toda la humanidad que quiera
consultarla que siendo todos los hombres iguales e independientes, ninguno debe dañar a
otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones."
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Las ideas de Locke fueron muy influyentes y sirvieron de inspiración a finales del siglo XVIII en la Independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa.
La Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776 afirma lo siguiente: "Sostenemos
como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales y que están dotados por el
Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están el derecho a la vida,
a la libertad y la búsqueda de la felicidad".
En Francia, tras el triunfo de la Revolución en 1789, la Asamblea Nacional proclamó
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que en su primer artículo
comienza afirmando: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus
derechos". Esta declaración afirma con claridad que todos tenemos unos derechos naturales
por el simple hecho de ser personas.
La incorporación de los derechos de las personas en
documentos legales como la Declaración francesa supuso un avance de enorme importancia.
Cuando los derechos quedan recogidos en una ley, las personas pueden reclamarlos y
solicitar que sean tenidos en cuenta. Por eso, a lo largo de los siglos XIX y XX muchos
movimientos sociales y políticos lucharon para conseguir que se reconocieran en las leyes
estos derechos fundamentales.
El positivismo jurídico es la teoría según la cual las únicas leyes que existen son
las que están escritas en un código y se hacen cumplir mediante la autoridad.
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Con el tiempo, muchos de estos derechos se fueron
incorporando a las Constituciones y los códigos legales, con lo que pasaron a convertirse
en derechos positivos. Esto quiere decir que, al estar escritos en las leyes, podemos
exigir que se reconozcan y respeten.
En el año 1948, la Organización de las Naciones Unidas proclamó la
Declaración Universal de los Derechos Humanos,
que hoy en día es la base del reconocimiento internacional de los derechos fundamentales
de las personas.
En su preámbulo, podemos leer que la Declaración Universal
se fundamenta en la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor
de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres.
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