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6. El estoicismo |
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El estoicismo es una corriente filosófica fundada en Atenas por
Zenón de Citio
(335-264 a.C.). El nombre de la escuela procede del término griego stoa, que significa
"pórtico". Al parecer, Zenón impartía sus enseñanzas bajo el "pórtico pintado"
(stoa poikile) del ágora ateniense. Suelen distinguirse varios periodos en la historia de
esta escuela: el primer estoicismo (Zenón, Cleantes de Assos y Crisipo de Soli), la estoa
media (Panecio de Rodas y Posidonia de Apamea) y el estoicismo tardío y romano (Séneca,
Epicteto de Hierápolis y Marco Aurelio).
De acuerdo con esta escuela o corriente filosófica, la
Naturaleza entera se halla gobernada por una "razón" providente y divina (Lógos) que dirige
sabiamente el "destino" de las cosas y de los hombres. Es insensato e inútil intentar
cambiar el plan de esa providencia divina. Ocurre siempre lo que tiene que ocurrir, del modo
exacto en que tiene que hacerlo. Por eso, nuestro deber como seres dotados de razón es
aprender a "vivir de acuerdo con la naturaleza"; o, lo que es lo mismo, de acuerdo con el
Lógos eterno que lo gobierna providencialmente todo. En esta conformidad de la acción con
el Lógos consiste la areté o virtud moral.
Según los estoicos, es "sabio" (phrónimos) el hombre que
acepta y consiente con entereza y serenidad el "destino" que el "orden" y las "leyes" de
la Naturaleza le deparan. Esta aceptación tranquila del propio destino se alcanza mediante
el control y el dominio de las pasiones, los impulsos y los afectos por parte de la
razón individual, que está en comunicación con la razón eterna y universal que gobierna
el mundo y que "participa" esencialmente de ésta.
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Los estoicos llamaron apátheia o apatía a esta suerte de dominio
o de control racional sobre los propios impulsos, pasiones y afectos. Mediante la práctica
escrupulosa y sostenida de este autocontrol o autodominio, el "sabio" llega a ese estado
de imperturbabilidad espiritual. Y, según los estoicos, esta apatheia insensibilidad o
impasibilidad del alma lleva a la ataraxia (serenidad; tranquilidad de ánimo) y representa
la única forma de felicidad a la que resulta legítimo o moralmente aceptable aspirar.
Frente al hedonismo en general y al hedonismo epicúreo
en particular, el estoicismo sostiene que la finalidad última de toda actuación no debe
ser el logro de la felicidad, sino la práctica del bien, el ejercicio de la "virtud"
(que consiste, como hemos visto, en el comportamiento de acuerdo con la razón que lo
gobierna todo). No debemos aspirar a ser felices, sino a ser buenos. Para el estoicismo,
la virtud no es un medio, sino un fin: debe ser perseguida por sí misma, no con vistas a
obtener un bien ulterior, distinto de ella misma (como pueden ser la fama, el poder, la
riqueza, el placer o la dicha).
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