El experimento de Michelson y Morley trataba de comprobar el efecto del éter, que supuestamente rodeaba la Tierra, sobre la propagación de la luz.
Se lanzó un único rayo de luz y mediante un espejo se dividió en dos, recorriendo cada uno de estos caminos diferentes de igual longitud. Al final, los rayos volvían a unirse, se esperaba encontrar las interferencias típicas de los rayos que habían viajado a velocidades diferentes; no fue así.
El resultado fue que por más que se intentaba, los rayos que llegaban al final del recorrido, fuera por el camino que fuera, siempre llegaban a la vez. Era como si la luz tuviera una velocidad inalterable, independientemente de si se movía a favor del éter o en contra del hipotético éter.
Puedes simular la experiencia realizando las actividades propuestas en la siguiente escena.
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