La conmemoración de la victoria de Tito sobre los judíos en el año 70 y la toma de Jerusalén estuvo en la motivación de los erectores del Arco del Triunfo en el año 81 d.C, poco después de la muerte del emperador. Pretensiones aúlicas y conmemorativas de la inmortalidad de la dinastía Flavia fueron traducidas en la ornamentación de los frisos escultóricos que decoran el arco.